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La buena gestión del banquillo

Aragonés tiene en mente un bloque muy definido, tanto en las alineaciones titulares como en los futbolistas que salen desde el banquillo. Excepto en el intrascendente partido ante Grecia, en el que dio una oportunidad a los menos habituales, ha demostrado que no le gustan los cambios drásticos en el equipo inicial y que tiene en reserva a dos futbolistas para utilizarlos como revulsivo cuando España se contagia del juego del rival y pierde su filosofía. Son Cesc, sustituto habitual de Xavi y que ha ido de menos a más en la competición, y Cazorla, un novato que entró in extremis en la convocatoria por su excepcional final de temporada con el Villarreal y que ha saltado al campo al cuarto de hora de las segunda partes para suplir siempre a Iniesta.

I. ORIO
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De momento la gestión del banquillo ha sido impecable, aunque el de Hortaleza ha recibido algunas críticas por agotar ante Italia los tres cambios antes de la prórroga. Dio la sensación de que Aragonés esperaba solventar la eliminatoria antes del tiempo suplementario y que buscó mayor remate con la entrada de Güiza en sustitución de Torres. Cesc y Cazorla también tuvieron minutos, y muchos, en el dramático choque de cuartos ante los campeones del mundo. El centrocampista del Arsenal acalló la polémica sobre su eventual mayor rendimiento en el club inglés que en España y, además de asumir la responsabilidad de hacer de Xavi, marcó el penalti que cambió la Historia de la selección. El asturiano, por su parte, entró por Iniesta y, aunque no anduvo fino, obligó a la defensa 'azzurra' a dar un paso atrás por su verticalidad.

Tener claro el núcleo central de una plantilla es importante, pero saber que los hombres de refresco responden es una garantía en un torneo tan exigente. Se comprobó en el debut ante Rusia. La selección se había colocado con un 2-0 gracias a los goles de Villa y, tras el descanso, Aragonés modificó la estrategia y apostó por el contragolpe, a la postre clave. Necesitaba futbolistas precisos en las diagonales y en los desplazamientos largos de balón y, en el minuto 54, quitó a Torres y dio entrada a Cesc. Luego también llamó a Cazorla para hacer daño por banda. Ambos cumplieron su cometido. El primero movió bien la pelota y marcó el cuarto tanto y el segundo volvió locos a los defensas con su juego entre líneas.

Xavi e Iniesta volvieron a ser los sacrificados días después ante Suecia. Con el empate en el marcador, España había caído en las redes del rival y recurría en exceso al pelotazo, algo prohibido en el manual de Aragonés. A los dos azulgrana les faltaba ritmo y el técnico quería más posesión. Y otra vez se fijó en Cesc, que volvió a dar orden al centro del campo, y en Cazorla, que entró enchufado y desconcertó a los nórdicos con sus caídas al interior y su profundidad. Son sus recambios naturales, que parece que ha aprendido la lección del Mundial de Alemania tras el caso Raúl, y ahora no le tiembla el pulso si tiene que sustituir a un peso pesado como Xavi, su otro yo en el césped.

A nadie se le escapa que una derrota ante Italia podía haber destapado la caja de los truenos por quitar al centrocampista culé en el minuto 60 y jugársela con Cesc, un futbolista que, como ha reconocido el seleccionador, está llamado a convertirse en una referencia para el equipo nacional. Tampoco convenció la salida de Güiza por Torres, ya que daba la sensación de que el delantero del Liverpool estaba mejor físicamente que David Villa. De hecho, el asturiano casi no podía moverse en la prórroga. Sin embargo, no se ha producido debate alguno por estas sustituciones porque la fortuna se alió con España en la tanda de penaltis. Cada jugador ha asumido su papel y el nivel nunca ha bajado con los cambios. El banquillo funciona.