Cultura

Una gran muestra glosará la importancia de la canción en la obra de Falla

'El Fuego y la palabra', comisariada por el gaditano José Ramón Ripoll, podrá visitarse en Cádiz durante la próxima edición del Festival de Música Española Incluye reproducciones inéditas de sus primeras partituras y 25 fotografías

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Manuel de Falla quiso ser escritor antes que músico. Su atracción por la palabra se manifiesta desde que era un niño, cuando fundaba periódicos de juguete y construía teatrillos. Este estrecho vínculo con la literatura aparece en su primera ópera seria, El conde de Villamediana, que compuso con quince años sobre un romance del Duque de Rivas.

Como perfecta simbiosis entre la palabra y la música, la canción ocupa un lugar excepcional en el ámbito de la expresión artística, por lo que no es extraño que Manuel de Falla se dejara seducir por sus inmediatas referencias desde su temprana juventud, y que el autor se mantuviera fiel al espíritu de la letra hasta el final de su vida.

Ahora, una ambiciosa exposición comisariada por el gaditano José Ramón Ripoll, pretende subrayar esta presencia constante en la obra de Manuel de Falla «como una fórmula de creación propia y específica, ya que ocuparnos de su relación musical con el texto en otras manifestaciones, como zarzuela, ópera, arreglos o producción coral, e incluso señalar las canciones ajenas que pudieron influirle o ilustrar su entorno sería un proyecto de mayor envergadura», señala el escritor.

La muestra, encargada por el Archivo Manuel de Falla, ha sido inaugurada en el 57 Festival de Granada, y podrá verse en Cádiz en la próxima edición del Festival de Música Española.

Formada por 30 marcos temáticos y 25 fotografías, la exposición El fuego y la palabra incluye curiosidades como reproducciones inéditas de partituras originales. Según señala Ripoll, «hasta la primera partitura concebida para canto, Preludio, está armada sobre un poema de Antonio Trueba». A partir de ahí, «podríamos decir que la canción conforma un sutil filamento que recorre toda la producción de Falla». Las rimas de Gustavo Adolfo Bécquer, como las más preciadas joyas del Romanticismo español, se amalgaman con los poemas de Théophile Gautier en Trois mélodies, Luis de Góngora en Soneto a Córdoba o Jacinto Verdaguer en la inacabada Atlántida, «por no mentar a Miguel de Cervantes, que en El Retablo ocupa parte del cuerpo y alma, aunque no sea canción. La exposición presta una especial relevancia a dos importantes personajes que incidieron de forma muy intesa en la obra y en la vida del compositor, como son el empresario teatral Gregorio Martínez Sierra y su mujer, María Lejárraga, autores los dos del libreto de El amor brujo, aunque ella no haya figurado nunca en cartel por los recelos de la época.

«En definitiva -explica Ripoll-, lo que pretendemos en homenajear a quien se dedicó a descubrir el sonido y los silencios que palpitan detrás de las palabras».

dperez@lavozdigital.es