Impotencia ante Zimbabue
Actualizado:a decisión del líder opositor Morgan Tsvangirai de buscar asilo en la embajada de Holanda en Harare demuestra que Robert Mugabe se ha propuesto aferrarse al poder a toda costa, empujando a su país hacia el abismo de la dictadura. El ejecutivo de Estados Unidos hizo público un llamamiento a la comunidad internacional para salvar la democracia en Zimbabue, y el primer ministro británico anunció que el gobierno resultante de un proceso electoral violentado, que ha obligado al vencedor de la primera vuelta de las presidenciales a renunciar a la segunda vuelta convocada para el próximo viernes, no será reconocido como legítimo. Pero el Foreign Office admitía eufemísticamente ayer que solo hay «opciones limitadas» para presionar al régimen de Zimbabue, cuyos esbirros persiguen y matan a los activistas de la oposición. De hecho Londres excluye romper las relaciones diplomáticas y propone un programa de sanciones más duras que eviten, en todo caso, perjudicar a los más pobres. Un propósito prácticamente imposible de hacer realidad. Tras el fracasado intento del presidente de la República Sudafricana, Tabo Mbeki, por moderar la conducta de Mugabe desde una posición de neutralidad y en un marco de amistad y vecindad, son aún más reducidas las posibilidades de que sean los países africanos quienes intercedan eficazmente para reconducir la crisis de Zimbabue hacia la normalidad democrática. Robert Mugabe parece aún más crecido y aumenta su provocación hasta prometer que morirá en el sillón presidencial «luchando contra los colonialistas y sus lacayos». Excluidas tanto la aplicación drástica del siempre equívoco derecho de intervención humanitaria como, por supuesto, el apoyo guerracivilista a la insurrección opositora, al mundo libre no le queda otro recurso que expulsar de hecho al régimen de Mugabe de la comunidad internacional.