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TRIBUNA

De las Azores... a Belén pastores

Dicen que una foto vale más que mil palabras. En las Azores, al menos, dos de sus fotogénicos rostros aparecían con caras de bobos. Ahora en Valencia, la instantánea recoge otra faceta, la del indolente, soberbio y mal educado. Pues bien, a pesar de todo ello, ha sido sin dudas el mejor presidente de Gobierno que ha tenido España en los ámbitos económicos y de las relaciones internacionales. Tenía las cosas claras y se anticipaba a los acontecimientos. El fin también era diáfano, ser un país competitivo y converger con Europa. Nos llevó a una situación económica envidiable y pasamos con holgura los requisitos para la adaptación al euro, cosa impensable sólo meses atrás al inicio de su andadura como presidente.

FERNANDO SICRE GILABERT DOCTOR EN DERECHO DEL TRABAJO
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La tercera fotografía que no deja de ser patética, es harto preocupante. Si había, hay y seguirá habiendo un sitio representativo de todos los pesebres del mundo, ese se encuentra en el portal de Belén. Sin embargo, el fotógrafo inmortalizó otro pesebre en la escalinata de la Moncloa y ahí estaban todos, era la escenografía necesaria para un Gobierno que se encomienda a la publicidad internacional para ahuyentar la crisis y al talante como estereotipo de gobernante progre-ecologista-pacifista y no sé cuántas más cosas «guays». Empresarios y sindicatos cortejaban al presidente del Gobierno como si de una nueva corte se tratara.

La etapa de concertación que nace auspiciada por los Pactos de la Moncloa en el año 1978, básica, necesaria y trascendente en toda la transición democrática, ha llegado a su fin, ese modelo imaginario de paz social que ha convivido con todos nosotros está agotado y sólo cabe darle sepultura.

Son muchas las voces de respetables personas de izquierdas que vienen avisando desde hace tiempo, que el sindicalismo como sistema de defensa de las clases trabajadoras tal como había sido concebido en el siglo XIX y primera mitad del XX estaba agotado y precisa de una reformulación, para adecuarse y adaptarse a un nuevo modelo social. El llamado Estado del Bienestar, materializado en el progreso material atribuible a todas las personas sin excepciones, habían modificado la propia concepción y estratificación social en la que hay que dar por finiquitada «la realidad del proletariado y su lucha», para situarse en nuevo estadio de poder mesocrático, donde la adecuación al entorno permanente cambiante exige reformas estructurales y coyunturales tendentes a mantener y mejorar en lo posible el nivel de vida de esa vasta masa social típica de las sociedades con esas características donde prevalecen las clases medias.

Hace tiempo que los sindicatos españoles debieron moverse y así transformar su propia naturaleza y por supuesto sus estrategias. Esto no ha sido así y lo de la escalinata de la Moncloa me recuerdan tiempos pasados, tiempos de mi niñez, el del sindicalismo vertical, en el que el Gobierno de aquel entonces convocaba a los empresarios y a los sindicatos y se cambiaba conflicto por concertación, todo ello financiado sobre la base de los Presupuestos del Estado. Pero, mis recuerdos recientes, ya en plena democracia me llevan a ojear nuevamente los álbumes de fotos, y rememoro al inventor de la concertación social, el presidente González, reconvirtiendo industrialmente el país entero y sólo algunas protestas aisladas en las fotos de los periódicos en Asturias, El Ferrol y la Bahía de Cádiz. Se había conseguido la pacificación artificial de las relaciones laborales, había llegado como si de un invento se tratara la «paz social», ello a cambio de la pretendida buena relación entre sindicatos y patronales. Se había inventado la «concertación», sólo posible por el intercambio de «paz» por dinero. De la defensa de los intereses de sus representados como objetivo básico de su existencia, se había pasado a la defensa de sus propios intereses corporativos de empresarios y sindicatos, financiados con cargo a los presupuestos de las Administraciones Públicas en lugar de hacerlo con cargo a las cuotas de sus afiliados, y sólo de esa forma poder sentirse libres para opinar, decidir y pactar lo que les venga en ganas, si racionalmente lo consideran pertinente en defensa de los intereses que de verdad les son propios, los de sus representados. Volviendo a la foto de la escalinata, el encuentro ha servido únicamente para inmortalizar la instantánea y volver a quedar, ahora en julio, para posibilitar supongo otra foto para el álbum. El presidente pretende que se le aporte el diagnóstico de la situación para poder tomar decisiones, decisiones que sólo se tomarán sobre la base del consenso. Desde luego es la mejor fórmula para no asumir las responsabilidades que la Constitución le otorga al Gobierno y al Parlamento para gestionar y normativizar las políticas necesarias para el alcanzar el bienestar de los ciudadanos. El Gobierno de esta forma sólo está dispuesto a tramitar ante las Cortes aquello que sea fruto del consenso de empresarios y sindicatos. De esta forma piensa que no se equivoca y en caso de hacerlo, siempre puede descargar las responsabilidades en ellos, porque se legisló siguiendo las directrices por ellos marcadas.

La economía española se encuentra en el peor momento desde la crisis de 1993. Los datos que justifican la situación de crisis son evidentes y muy probablemente el crecimiento del segundo trimestre del año, comparado con el primero, se acerque a cero. No existe parangón con el desarrollo actual de la fase bajista del ciclo, en rapidez e intensidad. Pero, lo más preocupante siguen siendo los desequilibrios de la economía española, que no sólo no se reducen, sino que se amplían. Dos ejemplos, el déficit exterior está ya en el 11% y la inflación en el 5%. Cuando se dote a la economía española de los instrumentos necesarios, el primer impacto que ello va a deparar consistirá en una intensa caída de la demanda, desde luego necesaria para la reducción de los desequilibrios. Todas las instituciones económicas internacionales (FMI, OCDE, etc) e instituciones españolas (Fuencas y el Banco de España, entre otros) alertan de la gravedad de la situación, de la envergadura de la crisis que padecemos. Fuencas vaticina un crecimiento para 2008 del 1,3% y el año 2009 dos décimas menos, lo que significa «recesión». El Banco de España exigió el abandono de la inhibición mostrada hasta ahora por el Gobierno y que afronte de forma inmediata medidas sobre competencia sectorial, flexibilidad en la fijación de costes y precios para evitar un mayor deterioro de la competitividad que incide directamente en la destrucción de empleo. Mi foto ansiada, la de una patronal y unos sindicatos con sangre en las venas y libres de ataduras...