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Sarkozy ofrece su protección a Israel

El presidente francés, Nicolas Sarkozy, arrancó ayer los encendidos aplausos del Parlamento de Israel al repetir hasta la extenuación lo que todos ansiaban oír del nuevo «gran amigo»: que «Francia estará al lado de Israel». Que «Francia se interpondrá en el camino de aquellos que piden de manera escandalosa la destrucción de Israel» (en alusión al país de los ayatolás). Que «un Irán nuclear es intolerable», que se requiere de una vez una «respuesta decisiva por parte de la comunidad internacional». Y que París está determinado a «intensificar» las sanciones de todo tipo contra el régimen de Teherán si no detiene su escalada atómica.

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En medio de una gran expectación, en la que era la primera alocución de un presidente de la república gala ante la Kneset desde que François Mitterrand lo hiciera en 1982, el mandatario galo rompió filas con todos sus predecesores al expresar un apoyo total al pueblo hebreo. «Francia está lista para proveer sus garantías, lista para movilizar su servicio diplomático, sus recursos, sus soldados. Pueden confiar en Francia», insistió, según afirmaría también, hablando «desde el corazón».

Y desde el corazón, o al menos desde la valentía, se aventuró también a lanzar al Gobierno anfitrión -presente en el salón de plenos con el primer ministro, Ehud Olmert a la cabeza-, el mensaje de que la seguridad de Israel no funcionará hasta que no haya un Estado palestino. Y que no será posible si no se frenan los asentamientos. «No puede haber paz sin el cese de la colonización -reclamó Sarkozy-. No puede haber paz si los palestinos no pueden circular o vivir en sus territorios o sin solucionar el problema de los refugiados o sin el reconocimiento de Jerusalén como capital de dos estados». «Israelíes y palestinos son socios del mismo dolor. No habrá solución -reiteró-, no habrá solución, sin comprensión mutua y respeto mutuo». Por una defensa del Estado palestino en el mismo escenario, Mitterrand fue despedido con ademanes gélidos. Sarkozy, ayer, con respeto.

Rescatando el pasado de Francia, tras sus sucesivas guerras con Alemania en los siglos XIX y XX, el presidente galo ejemplificó que la reconciliación entre amargos enemigos es posible. «Vengo de un Estado que ha tenido que perdonar y aceptar a sus vecinos», les dijo a los diputados israelíes, a los que pidió que no pierdan la oportunidad de hacer la paz porque «Israel tiene derecho a seguridad como el resto de los pueblos y los palestinos, a un Estado».

Durante la sesión, el presidente francés alabó el desarrollo científico y tecnológico de Israel, su contribución a las letras y a las ciencias universales, pero también pudo comprobar por sí mismo la tensión que se respira en una democracia marcada por las diferencias entre la mayoría judía y la minoría árabe.

Tras la alocución del inquilino del Elíseo, el primer ministro hebreo, el jefe de la oposición del conservador Likud, el nacionalista Benjamín Netanyahu, y la presidenta del Parlamento, Dalia Itzik, coincidieron en calificarle, en sus intervenciones de «verdadero amigo de Israel».

Precisamente en medio del discurso de Benjamín Netanyahu, varios diputados árabes le recriminaron a gritos sus comparaciones entre el «islamismo integrista» y el «nazismo» en presencia de Sarkozy, que estuvo acompañado en todo momento por su colega Simon Peres. El líder del Likud, que aprovechó su discurso para hacer campaña ante el posible adelanto de las elecciones en Israel, manifestó al presidente galo Sarkozy que si llega al cargo de primer ministro «no devolverá el Golán» a Siria ni «dividirá Jerusalén», porque es «la capital eterna e indivisible de Israel».

Acompañado de su esposa, Carla Bruni, el presidente francés había visitado por la mañana el Museo del Holocausto y hoy se desplazará a Belén para reunirse con el presidente palestino, Mahmud Abbas. El resto de la jornada de ayer la dedicó el matrimonio Sarkozy a cuestiones protocolarias y a un encuentro con los padres del soldado israelí Guilad Shalit, cautivo en Gaza desde 2006 y que tiene, además, nacionalidad también francesa.