Quedan cabos por atar
Mariano Rajoy revalidó su liderazgo, renovó completamente el equipo dirigente y salió ganador del XVI Congreso del Partido Popular, pero todavía le quedan muchos cabos por atar.
Actualizado: GuardarA primera vista, hay bastantes contraindicaciones en las decisiones que tuvo que adoptar para superar el trance y ahora tendrá que atajar los daños colaterales causados por el fuego amigo disparado en el seno de su organización durante la crisis desatada estos últimos meses.
Un ex ministro, ex 'ucedista' y ex 'aznarista' garantiza que las divisiones internas dejarán una huella difícil de borrar y sostiene la tesis de que «en la derecha las heridas no cicatrizan nunca». No le falta razón si se tiene en cuenta que, a la primera de cambio, los 'populares' sacan a relucir viejas cuentas pendientes desde broncas antiguas, como los enfrentamientos durante la caída de la UCD, la muerte del 'manchismo' o las disputas entre AP y los democristianos al final de la Transición.
Los críticos guardarán silencio durante un tiempo, pero siguen convencidos de que la asamblea de Valencia clausurada el domingo no será más que un paréntesis en la historia del partido, una etapa transitoria hasta nuevas hostilidades.
Es difícil que Esperanza Aguirre olvide, por ejemplo, que le pidió a Rajoy que incluyera en su candidatura a Ignacio González, Francisco Granados y Juan José Güemes, pero el candidato ignoró su demanda. Sólo colocó a Güemes y, para colmo, incluyó también a Alfredo Prada en el Comité Ejecutivo, a sabiendas de que no es precisamente un amigo de los otros dos dirigentes excluidos.
Tampoco lo es el número dos de Alberto Ruiz-Gallardón, el teniente de alcalde del Ayuntamiento de Madrid, Manuel Cobo, que protagonizó no pocos enfrentamientos con Ignacio González. Rajoy no podrá seguir ignorando a Aguirre porque es ella la que tiene el control absoluto del partido en Madrid y preside una comunidad autónoma poderosa.
Si el líder del PP pretendiera tomar al alcalde como referencia del partido en Madrid, existen sobrados precedentes que demuestran que la presidenta no lo consentiría y, en todo caso, se lo haría pagar caro.
En el trasfondo del problema madrileño está la obligación que tiene Rajoy de conseguir la convivencia de las dos almas del partido; la moderada que él quiere encarnar y el 'aznarismo', que presume de atesorar las esencias de la formación 'popular'.
La organización de los congresos autonómicos mediante el complicado sistema de las 'pseudoprimarias' internas será fuente de conflictos y obligará a la secretaria general y a la vicesecretaria de Organización, Ana Mato, a volcarse en su desarrollo a fin de evitar que se conviertan en nuevos focos de división.
El nuevo método inaugurado en el congreso propicia el enfrentamiento entre candidatos y sus respectivos equipos, algo que resulta novedoso, pero también «extremadamente peligroso», según advierten veteranos dirigentes expertos en el funcionamiento del aparato organizativo.
Compatibilizar los cargos en la dirección nacional y sus respectivos puestos de carácter orgánico dentro del partido es otro reto que tienen por delante la secretaria general y el vicesecretario de Política Autonómica y Municipal, Javier Arenas.
María Dolores de Cospedal tendrá que hilar muy fino para dirigir a los 'populares' de Castilla- La Mancha y defender los intereses de las organizaciones de los restantes territorios. Algo parecido le ocurre a Javier Arenas, que tiene como misión armonizar las posiciones de todas las autonomías y, al mismo tiempo, defender los intereses del PP de Andalucía.
La situación de la coordinadora de Política Social del Partido Popular, Ana Pastor, tampoco es muy cómoda porque tendrá que afinar mucho para compatibilizar su trabajo en el partido con el puesto institucional que ocupa en la Mesa del Congreso de los Diputados como vicepresidenta segunda de la Cámara.