«La novela negra es hoy como la tragedia griega», dice Jiménez Lozano
El premio Cervantes recurre a la intriga policíaca para explorar los límites de la investigación científica y la bioética en 'Agua de noria'
Actualizado: Guardar«La novela negra es como la tragedia griega. Cumple su misma función y es, quizá, la mejor fórmula para aproximarse y explicar muchas de las cuestiones que nos acucian y preocupan en nuestros días». Lo sostiene desde la atalaya de sus 78 años José Jiménez Lozano, (Langa, Ávila, 1930). Poeta, narrador, periodista y premio Cervantes, Jiménez Lozano ha recurrido a la intriga policiaca para regresar a la novela. Reaparece con Agua de Noria (RBA editores), narración en la que la investigación policial y la etiqueta de negra son apenas un pretexto para meterse en asuntos como el tráfico de órganos. Explora Jiménez Lozano los límites de la investigación científica y la medicina, los excesos y desmanes que se comenten al amparo de lo que llamamos bioética. Una expresión no muy del agrado de este corredor de fondo de nuestra literatura, empeñado en llamar a las cosas por su nombre y a quien no quita el sueño la posibilidad de convertirse en miembro de la Real Academia de la Lengua (RAE).
¿La guinda para una larga carrera plagada de reconocimientos y coronada con el Cervantes sería que se le abrieran las puertas de la Academia? Una sonrisa se dibuja en el rostro del laureado escritor, también premio de la Crítica y Nacional de las Letras, ante la cuestión. Tener un sillón en la docta institución que Limpia, fija y da esplendor ni le ha quitado ni le quita el sueño. «No es probable. Tuvo su tiempo, y tampoco fue probable. De modo que nada más. No es lo suyo, y está bien. No hay nada como moverte a tu aire. Ir obligado a una reunión o asistir por obligación a una tertulia no va conmigo» dice sin perder la sonrisa aludiendo a las tediosas reuniones académicas.
Admite Jiménez Lozano que no es un gran lector de novela negra, pero reconoce que es un género preñado de posibilidades. Tantas, que son muchos los creadores que recurren a él, dado que cumple la misma función de espejo que tragedia tenia para los clásicos. «Como la tragedia griega, en nuestros días es el mejor género, quizá el único, que permite abordar el laberinto en que se han convertido nuestros días. Tocar desde muchos ángulos grandes problemas y todo tipo de cuestiones: desde un crimen político a los crímenes económicos» asegura. «Pero tampoco nos calentemos la cabeza para poner etiquetas. P.D. James es una gran novelista, por más que en sus novelas sepamos que siempre tendrá que haber un crimen y una investigación» dice este escritor que no disfruta leyendo «el horror por el horror y para quien «el mismo Mankel se pasó un poco con los horrores y las barbaridades».
Crímenes sin castigo
Tres años después de Las gallinas del licenciado, Jiménez Lozano ha optado por explorar en Agua de Noria otros crímenes más sutiles y que a veces pueden quedar sin castigo. Los que tienen más que ver con los límites de la moral y la ética, el respeto a la vida y a la muerte, que con el mero ejercicio de la violencia o el asesinato puro y duro. Recupera a un personaje de Ronda de noche (1998), Eliseo Ruiz Pelayo. Si antes le veíamos recalar en Madrid en busca de una pariente, ahora lo encontramos postrado en una silla de ruedas debido a una paliza. Un comisario investiga la relación de la agresión con el secuestro de un vecino de un barrio marginal y víctima del tráfico de órganos. Sabrá el policía quiénes son los culpables pero tendrá insalvables dificultades para apoyarse en la Ley y ponerlos ante el juez.
«Los jueces y los médicos tienen que ser conscientes de lo que tienen entre manos; situaciones de graves consecuencias que tiene que obligarles a pensar ante nuevos desafíos» plantea Jiménez Lozano. «Antes había una ética común, una herencia y una cultura comunes, que se resumían en que todo el mundo tenía respeto la vida. Eso ha dejado de ser así» plantea Jiménez Lozano. «No parece que la ciencia tenga todos los días que decir cosas entre límites terribles. Lo que hay que tener claro es quién decide el día en que haya que pronunciarse sobre esas cuestiones terribles, y lo mejor es que no sea el Estado» apunta el escritor, empeñado en huir de los eufemismos y llamar a las cosas por su nombre.
Existe el tráfico de órganos y es un negocio. Les extraen riñones a los parias de la India par implantárselos a ricos en Estados Unidos. Es la cruda realidad. «La historia es de victimas, y las víctimas son los de siempre. Podemos no llamarle víctimas y caer en la trampa terrible de lo políticamente correcto. Suponiendo que los viejos, las mujeres y los niños hayan estado olvidados siempre y hayan sido terriblemente pisoteados, ahora se les da poder y se les convierte en unos tiranos terribles, convirtiendo en victimas a hombres, papás y jovencitos. Lo único que hacemos es cambiar el sujeto paciente», plantea. Lamenta también que prefiramos hablar de «violencia de género» en lugar de «asesinato de mujeres» o «reordenación urbana» en vez de «arrinconamiento de los pobres». «Llegaremos a decir matanza domiciliaria en vez de matanza del cerdo», ironiza, recordando que el eufemismo es un antiguo recurso totalitario «de modo que los camaradas llamaban defensa suprema de la vida a la pena de muerte».