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La estatura de Ricardi arroja resultados distintos a los que expuso la Policía

Los resultados de la medición a la que fue sometido Rafael Ricardi el pasado miércoles en los juzgados de El Puerto contradicen los argumentos expuestos por los investigadores en cuanto a las características físicas del portuense, que según la Policía fueron determinantes para que fuera condenado, a su juicio, por error. Para verificarlo, la Fiscalía solicitó entre otras pruebas que Ricardi fuera medido y los datos ahora obtenidos, vienen a afianzar la postura del Ministerio Público, que sigue sin encontrar pruebas que hagan dudar de la culpabilidad del reo.

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La Policía Nacional, tras el arresto de los dos sospechosos de haber perpetrado una decena de violaciones entre 1995 y 2000, defendió la inocencia del preso esgrimieron dos razones: que habían aparecido restos de ADN de Fernando P. G. -uno de los detenidos- en las ropas de la víctima por la que fue sentenciado el portuense; y que la chica se había confundido al identificar a Ricardi. En una rueda de prensa, los agentes explicaron que la joven había errado porque el condenado tiene la misma complexión y estatura que Fernando P. G y el estrabismo que padece la confundió porque el verdadero autor tenía un ojo más grande que otro.

Con respecto a la estatura, el miércoles se confirmó que Fernando y Rafael Ricardi no miden lo mismo, y ni tan siquiera son de estatura similar. Les separa 16 centímetros. Fernando P. G., que en la actualidad está imputado en las cuatro agresiones sexuales en las que se ha rescatado ADN suyo, mide 1,66 centímetros, mientras que el portuense supera por poco el 1,50. Esto significa que la descripción que aportó la víctima, quien declaró que había sido violada por dos hombres, uno más alto que otro, es compatible con las estaturas de los dos individuos.

A este resultado hay que añadirle el obtenido tras la revisión a la que fue sometido Fernando P. G. Como ya adelantó LA VOZ semanas atrás, una forense verificó que este jerezano no presentaba ningún tipo de anomalía en los ojos, como argumentaba la Policía. También fue estudiado su historial clínico por si se hubiera operado con anterioridad. El detenido negó que hubiera sufrido algún tipo de defecto visual. En cambio, Ricardi padece un estrabismo severo, que a la víctima le llamó la atención, según expuso en el juicio.