Que viva España
| Actualizado: Guardare siento orgulloso de haber nacido en este país pero no por ello puedo dejar de criticar todo aquello que no me gusta, que no es poco, oiga. Y empiezo con la mal llamada fiesta nacional. Me niego a encumbrar en los altares de la historia de España a un torero. Es admirable su arrojo, que llega a lo temerario, pero de ahí a erigir a José Tomás como mito en vida La tauromaquia es una de esas salvajes tradiciones españolas absolutamente anacrónicas. Y los toreros se juegan la vida por dinero, mire usted, y sobre todo porque les da la real gana. A la gente, le gusta el morbo de la sangre y la arena, eso está claro. En la próxima corrida de este hombre en Algeciras parece que se pagarán cantidades astronómicas. Alguno quizá espera que el mito pase a leyenda ante sus ojos para luego decir «yo estuve allí». Cambio el tercio -me permito la licencia torera- para referirme ahora a una ministra gaditana. Es joven, lozana, guapa y torpe. Lo de «miembra» fue de traca. No me parece mal que haya un Ministerio de Igualdad pero algunas feministas exacerbadas se pasan con sus ansias paritarias. No soy lingüista ni pretendo serlo pero utilizar el masculino como genérico no me parece una ofensa para las mujeres. Es estúpido utilizar ambos géneros para contentar a los recalcitrantes. Ya está bien de tonterías. Confío en que nuestra Bibiana no roce más el ridículo en el futuro. Mi última banderilla -última concesión taurina- es para los políticos espabilados, aquellos que se piensan que un Ayuntamiento es un cortijo donde ganar dinero mediante la prevaricación, el cohecho, la malversación de caudales públicos y el urbanismo municipal a golpe de recalificación. La fiebre inmobiliaria que hemos vivido ha sido un magnífico caldo de cultivo para que muchos sinvergüenzas demostraran su condición. La Justicia y la investigación son lentas pero parece que inexorables. Los últimos listillos son los de Estepona. Estoy convencido de que habrá más casos. Y es que España es un país de listos. ¿O no?