Editorial

En misión de todos

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a muerte ayer de los pilotos Santiago Hormigo Ledesma y Joaquín López Moreno, junto a dos oficiales alemanes, en un accidente de helicóptero en la región bosnia de Banja Luka constituye un luctuoso suceso que requiere en primer lugar del arropamiento y la solidaridad hacia los familiares de las víctimas, así como del homenaje a la valiosa labor que desarrollan las tropas españolas desplegadas en áreas de conflicto. Junto a ello, cabe confiar en que la comisión técnica interministerial encargada de investigar el siniestro, registrado en una zona intrincada y salpicada de minas desde la guerra en la ex Yugoslavia, pueda concretar con la mayor diligencia posible las circunstancias en que se produjo el fallecimiento de los militares. El hecho de que éstos hayan perdido la vida en accidente, tal y como ocurrió hace apenas unos días con otro soldado desplazado en Líbano, suscita un inevitable sentimiento de frustración dadas las situaciones potencialmente más peligrosas que pueden acechar a los 2.800 efectivos destinados en misiones de paz en el extranjero. Pero fatalidades como la sufrida ayer subrayan la relevancia del trabajo que desempeña el Ejército en lugares del planeta que han estado o están socavados por la violencia, una intervención que ha adquirido una importancia singular en Bosnia al tratarse de la primera operación internacional que comanda un mando español. La creciente vinculación que la ciudadanía establece entre el prestigio de las Fuerzas Armadas y su implicación en la estabilidad de países en riesgo ha contribuido a reforzar la identificación de la sociedad con los soldados que la representan, lo que ha de redundar no sólo en el reconocimiento de su papel, sino también en la asunción consciente de que el mismo puede conllevar consecuencias desgraciadamente irremediables.