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Una sana costumbre

Anita, la hermana mayor de Alicia, era el espejo en el que nos miramos mi amiga y yo durante nuestros años de infancia y adolescencia. Era divertida, inteligente, con las ideas claras y muy libre, y nos trataba como a personas adultas, y no como a dos niñas que se le pegaban constantemente y la importunaban. Anita, que sigue siendo genial, tenía además una pasión por la lectura y una amplia colección de títulos a la que nos dejó asomarnos a las dos mocosas para que nos introdujeramoscon buen criterio en el mundo de la mejor literatura.

MARÍA JOSÉ PACHECO
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En estos tiempos que corren y en los que todo es tan aséptico tal vez alguno se escandalice, pero descubrir con trece años la Lolita de Nabokov no deja secuelas ni es peligroso; y leer En el camino de Kerouac a mí me estimuló la imaginación y las ganas de ver el mundo de otra manera, y no el interés por las drogas. Reconozco que la trilogía de Sexus, Plexus y Nexus de Henry Miller se nos hizo cuesta arriba, cosas de la edad y de la falta de experiencia, y que nuestras mentes infantiles no podían pasar de un plumazo de las colecciones del Barco de Vapor a la literatura adulta.

Por eso, yo intercalaba las historias de Roald Dahl, que me siguen fascinando a mis treinta años, las de los vampiros que siempre me atrajeron y horrorizaron al mismo tiempo y las aventuras de la Alicia de Lewis Carroll, que tiene poco de cuento infantil.

Mantengo la sana costumbre de leer todo lo que puedo, y cuando llega el verano disfruto haciendo acopio de buenas obras para aprovechar al máximo el mes de vacaciones. Echar un libraco al bolso e irme tranquila a la playa o la piscina es un placer del que abuso todo lo que puedo. Estoy abierta a cualquier sugerencia...