Miró: una lectura inédita y distinta del genio catalán
El Thyssen-Bornemisza propone descubrir las facetas más desconocidas del pintor en una muestra que recoge obras dispersas por varios museos del mundo
| Actualizado: GuardarMiró infantil. Miró juguetón. Miró lúdico. Los críticos siempre vieron en Miró a un pintor optimista y luminoso. Desde la última gran retrospectiva -fue en el Reina Sofía, en 1993- nadie se había acordado de un artista sobre el que parecía que ya estaba todo visto -y dicho- y que no iba a aportar nada nuevo. Pues no es así.
El crítico e historiador Tomás Llorens ha reunido 70 obras que profundizan en el apego de Joan Miró por la tierra y por su tierra (Cataluña) y que se podrán ver en el Museo Thyssen-Bornemisza hasta el 14 de septiembre. La mayoría son pinturas, pero también hay esculturas, dibujos, collages y cerámicas. «Estamos acostumbrados a que relacionen su arte con la música, la ingravidez y el surrealismo, pero hay un Miró distinto e inédito que quiero resaltar en esta retrospectiva», dijo Llorens, comisario de una muestra que lleva por título Miró: Tierra.
Ligado a la tierra
«Todo en él está profundamente ligado a la tierra, entendido este concepto en su extensión más amplia y simbólica. En sus telas encontramos a su Cataluña natal, con sus gentes, sus paisajes y sus tradiciones, pero también nos enfrentamos a la sensualidad, la sexualidad, el fetichismo y los rituales paganos», explicó. La muestra abarca toda la trayectoria artística de Miró, desde 1918 -año de su primera exposición individual- hasta su muerte en 1983.
Llorens hizo hincapié en su producción después de la Segunda Guerra Mundial. «Algunos expertos han dicho que fue una etapa menor; yo estoy en profundo desacuerdo», comentó. «Las esculturas, las piezas de cerámica, los tejidos y arpilleras adquieren en esta época su máximo fuerza y esplendor». Fue, en su opinión, un precursor del informalismo y el expresionismo abstracto. «Dubuffet, Tàpies, Millares y Saura, por solo citar a unos pocos, bebieron de él y de esta última época, que es como una síntesis de todas sus búsquedas».
En la muestra se puede ver el mejor Miró del MOMA de Nueva York: Paisaje catalán (el cazador), los dos mejores mirós del Guggenheim de Nueva York: Tierra labrada y Paisaje (la liebre), y otras dos lienzos excepcionales cedidos por el Centro Georges Pompidou: La Masovera y Pintura-objeto. También hay que reseñar piezas cedidas por coleccionistas particulares y que han sido exhibidas muy pocas veces. «Este proyecto, que venía acariciando desde 1993, cuando vi la muestra del Reina Sofía, ha sido el más ambicioso de mi vida», reconoció Llorens.
Retrospectiva
La retrospectiva se articula en siete capítulos temático-cronológicos. Mont-oig, Transparencias animadas, Paisajes del origen, Poliformismos, Pinturas plutónicas, El retorno y Ciclos. Se abre con las telas inspiradas en el ambiente rural de la localidad catalana de Mont-roig y se cierra con su producción de Palma de Mallorca, donde vivió desde 1956. «En los últimos años exploró asuntos como la sexualidad y la muerte, indagó en nuevos lenguajes e incorporó materiales que nunca había utilizado; es un Miró a ratos grotesco, a ratos pavoroso, pero interesantísimo», subrayó el comisario. «El Miró más profundo, sin duda, es el de la tierra no el de las constelaciones».
Amigo de Picasso
Joan Miró (Barcelona, 1893-Palma de Mallorca, 1983) se formó artísticamente en la Llotja de Barcelona y posteriormente en la Academia de Francesc d'A. A finales de 1920 viajó por primera vez a París. Allí conoció a Picasso. Sus trabajos en el estudio del escultor Pablo Gargallo y sus contactos con grupos surrealistas (trató a André Masson, Max Jacop y Pierre Reverdy) le ayudaron a encontrar un lenguaje tan atractivo como personal.
«Mi abuelo fue un inconformista, un iconoclasta y un transgresor, pero, por encima de todo, fue un hombre perseverante, una persona que creía en su trabajo y al que dedicó el esfuerzo de toda una vida», resumió su nieto Joan Pouyet Miró .