MUNDO

Europa rechaza entrar en otra crisis

Europa no parece estar dispuesta a sumirse en una nueva crisis por el 'no' irlandés al Tratado de Lisboa. Ayer, los ministros de Exteriores de la Unión Europea se reunieron en Luxemburgo para pasar revista a la situación creada por el resultado negativo del referéndum y si algo quedó claro en el Consejo es que los principales actores de la escena europea, incluido el Reino Unido, van a ratificar el nuevo Tratado.

| Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Sólo la República Checa, y más que nada por las declaraciones de su peculiar presidente, Vaclav Klaus, que ha declarado «muerto» el nuevo ordenamiento comunitario, constituye una incógnita para el futuro de la UE. No es, sin embargo, creíble que la Chequia pueda mantener una oposición en solitario a los designios del resto de la Europa comunitaria, sobre todo si, como ayer reiteraban los británicos en Luxemburgo, Londres ratificará el texto en los plazos previstos.

La reunión de ayer en el Gran Ducado anticipa lo que va a ser el tenor de la cumbre de Jefes de Estado o de Gobierno de la UE este fin de semana, en Bruselas. «El Tratado de Lisboa no está muerto, no estamos ante una hecatombe», manifestaba el ministro español de Exteriores, Miguel Angel Moratinos en rueda de prensa, participando del clima de distensión que emanaba de la reunión.

El canciller español manifestaba que su homólogo irlandés, Michael Martin, había expresado al Consejo su agradecimiento por la «serenidad», el «respeto a las decisiones del pueblo irlandés» y el «espíritu constructivo» con el que Europa ha acogido el bofetón que le ha largado Irlanda con el 'no' al Tratado de Lisboa.

Martin anunciaba que el Gobierno irlandés «se ha tomado un tiempo» para analizar las razones del 'no', y que verá qué hacer después. El propio primer ministro, Brian Cowen, ha declarado estar abierto a considerar todas las alternativas. En la isla se debate actualmente si sería posible, o no, convocar un nuevo referéndum a la vuelta del verano, el próximo otoño. Lo que ayer quedó claro en Luxemburgo es que no va a haber una reapertura de negociaciones sobre el Tratado. Si acaso, la búsqueda de un acomodo para Irlanda, de modo que el Gobierno pueda replantear a la ciudadanía la aceptación del texto.

Los irlandeses están incómodos, conscientes de la presión. «Desde luego no es admisible que el gobierno irlandés sea intimidado por nadie», decía el pugnaz comisario irlandés Charlie McCreevy en Dublín, revelando por pasiva el vendaval que está soplando, por debajo de los buenos modales de la diplomacia internacional, con esta historia del 'no' en el referéndum irlandés.

La doctrina asumida por los grandes europeos, esto es, que el proceso de ratificación debe continuar, es, en estos momentos, el valor a defender. Londres, y ayer lo reiteraba su ministro David Miliband en Luxemburgo, no va a ser un problema, a pesar del rebrote de las esperanzas entre los euroescépticos.

Las miradas, por lo tanto, convergen sobre Praga. Ayer, Sarkozy estaba allí. No llegó a entrevistarse con Klaus, porque el Jefe de Estado, comunista reciclado, estaba en bajo observación clínica. Mirek Topolanek, el primer ministro y líder el Partido Cívico Demócrata (ODS), participa de los ardores euroescépticos de Klaus, pero firmó el Tratado de Lisboa el 13 de diciembre en la capital lusa, y tiene menos margen para articular ahora una oposición. El parlamento checo ha iniciado el estudio del nuevo Tratado, pero los diputados han reclamado dictamen a la Corte constitucional para verificar que el texto no contradice el ordenamiento básico checo. La maniobra es interpretada como una operación de calado oscuro, porque la mayor parte de los magistrados de ese tribunal han sido designados por Klaus.