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TENSA ESPERA. Domenech se dirige a sus jugadores en un ensayo del diecisivo Francia-Italia que podría ser su despedida. / AFP
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Respeto a la italiana

El seleccionador galo, Domenech, mantien una amibigua relación de amor odio con el fútbol transalpino

FERNANDO ITURRIBARRÍA
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Raymond Domenech mantiene una ambigua relación de amor-odio con el fútbol italiano. Admirador confeso de su rigor táctico y de la cultura del resultado, el técnico francés ha visto toda su carrera de seleccionador salpicada por los incidentes con las formaciones azzurri, tanto sub-21 como absoluta. No faltan los ejemplos, desde el cabezazo de Zidane a Materazzi en la final del Mundial de Alemania hasta la acusación de haber comprado un árbitro en la categoría de promesas, que le costó una sanción de la UEFA y ser tratado de «gilipollas» por Gennaro Gattuso.

«Se ha llegado a hacerme pasar por alguien que no ama a los italianos. Sin embargo, lo repito permanentemente, soy admirador de su fútbol», declaraba Domenech en una reciente entrevista con el diario Le Monde. «Tienen capacidad para hacer que el adversario juegue mal y jugadores de muy alto nivel. Además, tienen ese talento de saber dar prioridad a la eficacia sobre el juego bonito. Se debería elogiar sus méritos todos los días», añadía.

Italia causó la primera desilusión de Domenech como seleccionador. Había calificado al equipo sub-21, que dirigía desde el verano de 1993, para las semifinales del Europeo organizado por Francia en 1994. Ni con once contra diez pudo contra aquella prometedora squadra azzurra que dirigía Cesare Maldini, que se impuso en los penaltis gracias a un lanzamiento errado por Makelele.

Cinco años más tarde volvió a tropezar con la roca italiana en un partido que ha coleado hasta esta primavera. Fue el 17 de noviembre de 1999 en Tarente. Era el encuentro de vuelta de los octavos de final del Europeo sub-21. El objetivo era estar entre los cuatro mejores del continente para participar al año siguiente en los Juegos Olímpicos de Sidney. Pero Italia, entrenada por Marco Tardelli, eliminó a Francia (2-1). Los goles fueron de Henry, Comandini y, el decisivo, de Pirlo en la prórroga. Entre los vencedores jugaron Ambrosini, Zambrotta y Gattuso.

Calentar el partido

Los franceses, que tuvieron a Gallas y Sagnol en su once titular, se quejaron de un gol anulado y dos expulsiones, la primera a los diez minutos. El pasado 9 de agosto, días antes del primer duelo con Italia en la fase clasificatoria para la Eurocopa, Domenech denunció que el árbitro estaba comprado. «Pocas veces me han estafado tanto. Cuando te la han pegado una vez, siempre existe una duda. Hay amaños en el fútbol italiano», declaró ocho años después de los hechos.

El comité de disciplina de la UEFA le impuso un partido de suspensión y 6.000 euros de multa. Criticado por su compatriota Michel Platini, presidente del gobierno europeo del fútbol, sólo aceptó reconocer que «quizá he mezclado las cosas». Sin dar su brazo a torcer sobre la cuestión de fondo, manifestó que «de ese partido quedará un gran sentimiento de injusticia».

Entonces Tardelli aseguró que le daba exactamente igual lo que dijera su colega de banquillo en aquel accidentado duelo. Pero añadió mordaz que Domenech «debería haber ganado algo con las formidables selecciones sub-21 que tuvo. Pero nunca ha ganado nada».

A comienzos de este mes Gattuso terció en la polémica en una entrevista con la revista mensual francesa So Foot. El calabrés, que no le pasa una a Domenech, señalaba que a los demás jugadores italianos no les apetece entrar en el asunto porque es una historia interminable. «Tienen razón, pero a mí me crispa. Domenech no para de decir gilipolleces. Hay que darse cuenta de que la rivalidad entre Francia e Italia de estos últimos años la ha creado él solo. Y luego viene a quejarse», fustigaba.

El técnico de Lyon no le replicó. Le preguntaron qué sentía ante esas declaraciones. «Nada, calma chicha», respondió sin entrar al trapo. «Me ocupo de mi equipo, no del adversario. Me gustaría que, de vez en cuando, algunos hiciesen lo mismo», se limitó a insinuar, extrañamente conciliador. Es la misma actitud que ha mantenido en Suiza en vísperas de enfrentarse a la selección de Donadoni. Bastante les quema a ambos el banquillo como para calentar el partido.