Testimonio de una crisis
Juan Manuel Romero ha articulado en 'Hasta mañana' todo un discurso poético coherente y profundo acerca de ese estado crítico que él identifica con 'lo oscuro'
| Actualizado: GuardarLas lecturas y las charlas de los poetas no siempre están a la altura de lo que el público espera de ellas. A veces el escritor se eleva a la estratosfera de su mitología y sólo baja de esta dimensión cuando han cesado los aplausos que cierran con fingido entusiasmo la ininteligibilidad de su discurso. En otras ocasiones sus aportaciones distan poco de los comentarios más obvios que se escuchan al pie de una barra de bar. Sin embargo, de cuando en cuando, el lector-espectador sale del acto público habiendo experimentado una suerte de epifanía.
Uno de esos extraños momentos de clarividencia poética fue capaz de provocarlo Luis Muñoz hace años con motivo de los actos celebrados en torno a la concesión del Premio de Poesía ciudad de Melilla. En aquella ocasión el poeta granadino expuso su experiencia como creador a la hora de plantearse un poemario.
Sostuvo el poeta granadino en aquella ocasión que un libro de poemas surge, al menos en su caso, de la exploración literaria de una obsesión, que funciona como argumento del conjunto, o bien a partir de la reunión de textos aparentemente dispersos que, sin pretenderlo, acaban por articular a posteriori un discurso coherente.
No sabemos exactamente de qué manera procedió Juan Manuel Romero para escribir Hasta mañana (Pre-textos), IX Premio de Poesía Emilio Prados. Lo que sí se puede afirmar acerca de este poemario es que, eligiera cualquiera de las dos estrategias compositivas, late al fondo de cada uno de sus poemas una problemática bien definida, bien trabajada, muy meditada y resuelta con solvencia poéticamente hablando.
Crisis a los 30
Hay momentos durante la vida de una persona, sea poeta o no, en que todo parece encontrarse sin anclaje, sin la solidez de lo que hasta ese momento parecía seguro, firme, verdadero. Intentar verbalizar ese estado de crisis indagando en sus rincones más dolorosos ayuda a resolver la incertidumbre.
Juan Manuel Romero ha articulado en Hasta mañana todo un discurso poético coherente, profundo y siempre revelador acerca de ese estado crítico de la intimidad que él identifica -cercano a los modos poéticos de Claudio Rodríguez- con el neutro singular lo oscuro.
Llama la atención en esta mirada introspectiva, sin más focos que iluminen lo oscuro que los de la palabra poética, el descubrimiento, en un agudo estado de conciencia, de la falta de sentido de las frases que la vida construye.
Cuando uno es incapaz de hallar la semántica de la realidad, naufraga en la oscuridad, «deshago la mañana en la pereza/ de buscarle una trama a este desorden», aclara Juan Manuel Romero en La superficie y el fondo. Postrado en ese letargo anímico, «La pastilla obligada/ es un raro derecho, serenidad en dosis» (Desempleo). Lo peor de esa situación no es este salvavidas narcótico que diluye la angustia, sino que, aun sabiendo que existe el envés de esa oscuridad -«Mañana, todavía,/ es posible que quede alguna luz/ igual que un faro tenue que resiste»-, la inercia propia del dolor embucla al personaje poético en la parálisis -«Creerlo no es difícil/ pero dudas si quieres ir allí// donde sólo la fe puede llevarte» (Hasta mañana)-.
La única salida, pues, parece encontrarse en la aceptación tranquila de la simultánea doblez -luminosa y oscura- inherente al hecho de vivir, como explica Juan Manuel Romero en Biopsia: «y pienso en la palabra aceptación/ como un punto de apoyo/ o de partida:// sin miedo al otro lado de mí mismo». En ese proceso hay que dejar al tiempo que haga su trabajo, según el poema Pérdidas, sin empeños personales por que las cosas cambien, sin objetivos que difícilmente se van a cumplir y que, por tanto, frustran y ahondan en la oscuridad.
Finalmente, aparecen señales lejanas de que la felicidad es posible, pero sin ingenuidades (Dentro), y de que aún se puede construir desde lo dañado (Algo nuevo). Hasta mañana plantea, además, dos tablas de salvación en sus últimos poemas: por un lado, el bebé que llora de hambre en la noche nos ayuda a comprender la doblez agridulce de la vida, pues «Ya siente que es difícil y simple y hace daño/ extraer lo que importa» (Los comienzos) y, por otro, la poesía -«agua en los labios mientras todo arde» (Perro)- nos libra de asfixiarnos en la oscuridad, cumpliendo eficazmente quizá la única misión que en estos tiempos posmodernos le queda al discurso poético.
Analogía simbólica
Cada uno de los treintaitrés poemas de las tres series que componen Hasta mañana perfila con mano certera y sobria los rincones claroscuros en que se halla el personaje poético. Para ello, Juan Manuel Romero recurre -pocas veces- a cierta narratividad, muy leve, porque no parece éste el recurso discursivo más apropiado para profundizar en los matices del alma que el libro desea exponer.
El poeta ha de encontrar una fórmula distinta para plantear la complejidad conflictiva y crítica de la intimidad del personaje poético. Para ello, Juan Manuel Romero recurre a una fórmula que se podría denominar como analogía simbólica en planos superpuestos.
Un vaso que se hace añicos en Fragmentos, la espera angustiosa de los resultados de una prueba médica en Biopsia o las obras de remodelación de una acera en Algo nuevo conectan por analogía la superficie con el fondo. Los episodios de la vida cotidiana se transmutan en símbolos involuntarios de la convivencia íntima con la crisis existencial.
Como de aquellas charlas y lecturas públicas de poemas a las que asiste un público entregado, de cierta poesía última el lector suele salir con una sensación de perplejidad confusa, si no de franca decepción. Sin embargo, Hasta mañana de Juan Manuel Romero no defrauda, porque es, sin lugar a dudas, uno de los ejemplos más lúcidos y eficaces de poesía reveladora para tiempos oscuros. Más útil que cualquier ansiolítico.