Machismo y lenguaje
La presentación de los objetivos de su recién estrenado ministerio de Igualdad y el uso del inexistente vocablo «miembras» han desatado una catarata de críticas a la joven ministra Bibiana Aido agravado por su ligereza a la hora de proponer la inclusión de nuevos vocablos en el Diccionario de la Real Academia con el argumento de que el léxico es sexista y origen de una cultura machista que, en su expresión mas extrema, desemboca en la violencia de género. Aunque en declaraciones posteriores la ministra ha intentado subsanar sus pifias lingüísticas con escaso éxito y poca destreza, ha mantenido el núcleo de su pensamiento en el sentido de que en España está pendiente un debate en torno al sexismo en el lenguaje. Afortunadamente Bibiana Aido ha admitido que ésta no es una prioridad del ministerio. El léxico que conforma las estructuras lingüística del español carece de connotaciones sexistas y no es acertado pretender, con una feminización forzosa de los términos genéricos que sustituyen al género neutro, dar una mayor relevancia a la mujer. Es en la intención discriminatoria, o despectiva donde es posible rastrear el uso sexista el lenguaje, pero sería su uso, no las palabras mismas. La titular del departamento de Igualdad ha recibido un comprometido encargo del presidente del Gobierno porque tiene que dar sentido y contenido a una cartera muchas de cuyas competencias están ya incorporadas en los departamentos de Justicia, Trabajo o Educación. Y tres meses después de su nombramiento y apagados los brillos de la novedad y la determinación presidencial de afrontar la igualdad a golpe de decreto ministerial sigue sin articularse un discurso creíble sobre los objetivos del Ministerio y tampoco se conoce la memoria económica para financiar las políticas perseguidas. Sería conveniente en lugar de enredarse en disquisiciones semánticas o tareas tan ingentes como definir una «nueva masculinidad» que Aido y su equipo se centraran objetivos mas asequibles y prácticos.
| Actualizado:Mientras exista una discriminación laboral tan llamativa, una carencia casi total de guarderías en centros de trabajo, falta de fondos públicos para subsanar el impago de pensiones de alimentos o vigilancia policial a las mujeres amenazadas, el recurso a las ocurrencias propagandísticas no logra otro objetivo que irritar a la opinión pública y menoscabar la indudable buena voluntad de la nueva ministra.