Irlanda baraja una nueva consulta
Partidarios del 'no' reclaman al Gobierno la reforma del tratado mientras otros lo ven enterrado
| Actualizado:Los principales vencedores en el referéndum irlandés que rechazó el viernes la ratificación del Tratado de Lisboa pidieron ayer que el Gobierno de Dublín renegocie un acuerdo con sus socios europeos, con la perspectiva de celebrar, como ya ocurrió cuando Irlanda rechazó el de Niza, un segundo referéndum.
La coalición del 'no' fue descrita ayer por el escritor Colm Tóibín como «veinte diferentes amotinamientos» de fuerzas en las que, tras el análisis de los resultados, incluye los distritos pesqueros, los barrios obreros, católicos de derechas, nacionalistas a la vieja usanza, poblaciones rurales, gentes de negocios y los preocupados por el déficit democrático en Europa.
Pero dos fuerzas políticas más estructuradas intentan obtener rédito de la victoria del 'no'. La primera es Sinn Fein, que, tras participar en el proceso de paz de Irlanda del Norte y ver cómo sus malos resultados en las elecciones generales irlandesas del pasado año ciegan su soñado avance hacia la unidad de Irlanda, se ve ahora en el bando vencedor.
Su eurodiputada, Lou McDonald, criticó ayer al presidente francés, Nicolas Sarkozy, por pedir que siga el proceso de ratificación de un Tratado que ella considera ya nulo. Y, para catapultar a Sinn Fein al centro de la escena europea, dijo que su partido asistirá al primer ministro, Brian Cowen, para lograr un mejor acuerdo, pidió calma y que los «líderes europeos escuchen y resuelvan las preocupaciones genuinas» de los irlandeses.
Una llamativa campaña
Declan Ganley, el empresario que financió una llamativa campaña por el 'no', también cree que el Gobierno irlandés tiene un mandato para renegociar aspectos del tratado, y señala un camino para la organización que ha promovido, Libertas -podría convertirse en partido político-, y para él mismo: podría presentarse a las próximas elecciones europeas.
Otras fuerzas del 'no', como Patricia McKenna, del Movimiento Popular, dicen, sin embargo, que el tratado está muerto y se amparan en las declaraciones de los dos principales partidos de la oposición, Fine Gael y Laborista, que han dicho que no respaldarán un segundo referéndum, para exigir que se confirme su nulidad.
El primer ministro Cowen reaccionó al resultado afirmando que no hay un rápido remedio al problema planteado y la lectura de la prensa de ayer confirma que la victoria del 'no' forma parte de un malestar variopinto con la dirección de la UE, pero también afecta directamente a la clase política gobernante en Irlanda.
Cuestión de confianza
El subdirector de 'The Irish Times', Fintan O'Toole, es crítico, en el periódico inglés 'The Guardian', con los partidarios del 'sí': «Su mensaje implícito fue: 'Este documento es complicado y prácticamente ilegible, pero confía en nosotros, no tiene nada malo'. Esta estrategia mostró una asombrosa ignorancia sobre cómo los irlandeses, en común con la gran mayoría de europeos, ven actualmente a su clase gobernante. La confianza no es la característica más obvia en la relación entre gobernantes y gobernados. En el caso irlandés, esta falta de fe fue subrayada por el escándalo sobre las finanzas personales que provocó la caída del duradero primer ministro, Bertie Ahern».
Cowen, en cuya circunscripción ganó el 'sí', fue el sustituto de Ahern en abril y el 'Irish Independent' le señala como responsable parcial de la derrota. «Cowen ha fallado en su primera prueba», dice el diario de Dublín, y «ahora tiene que guiar al país por la peor situación económica desde los años ochenta -los pesimistas dicen que desde los treinta- y tiene que hacerlo mientras arrastra cuatro grandes pesos: la derrota en el referéndum, el deterioro de relaciones con los sindicatos, la falta general de confianza en los políticos y el deterioro de sus propias virtudes».
Para el periódico más influyente entre las élites europeas, 'The Financial Times', «las posibilidades de lograr un 'sí' en un segundo referéndum son bajas». Recomienda «poner el Tratado de Lisboa entre hielos durante varios años» y «hacer que la UE trabaje mejor con políticas prácticas -sobre seguridad energética o cambio climático- con sus reglas actuales y veintisiete miembros. El Tratado de Niza no es ideal, pero perder el de Lisboa no debe interpretarse como el fin del mundo».