
Constituyendo la antesala del norte de Jerez
La plaza de la Constitución es un cruce de caminos que, desde los años cuarenta, une el centro con el norte de Jerez
| JEREZ Actualizado: GuardarSi se sube calle Lealas arriba, todavía es posible percibir ese olor característico a solera rancia criada en alguna bodega cercana. Es una forma de llegar a la plaza de la Constitución. Ni que decir tiene que es manera muy jerezana de llegar, por cierto. Pero también es posible llegar a este enclave desde la Zona Norte, pues siempre ha sido rotonda de caminos que ha unido al centro con el norte de la ciudad. Lugar de tránsito.
Desde hace años hay una rotonda, y los vehículos avanzan de un lado a otro. Los de la barriada de La Plata, los que bajan desde Icovesa, los que inician la marcha buscando la calle Pizarro
Su historia reciente está ligada al viejo barrio de La Plata, modelo de arquitectura que Fernando de la Cuadra llevó a cabo en los años cuarenta, cuando más allá del colegio de Isabel la Católica nada más que había campos, y algunas cocheras para los tractores que enfilaban las trochas para dirigirse a las tierras de albariza. Poco a poco, el lugar fue poblándose, con barriadas como Sagrada Familia, Icovesa, La Coronación o Las Torres, y la plaza de la Constitución fue cogiendo cuerpo y vida urbana, aunque muchos recuerdan el gran movimiento que ya tenía antes de la puesta en marcha de las distintas barriadas.
Antonio Puerto Tejero tiene la inmobiliaria Terracota desde hace unos tres años en la misma plaza de la Constitución. «Aunque abrimos la oficina hace poco, yo me he criado en esta zona. Mis primeros recuerdos del colegio fueron en Isabel la Católica, donde ya se daba clase. Y también recuerdo el mercado de La Plata, donde mi madre nos mandaba a mis hermanos y a mí a comprar los mandados de la casa. La plaza era un auténtico hervidero de gente, y hasta nos daba coraje ir porque había que colocarse en grandes colas te pusieras en el puesto que te pusieras. Ahora todo ha cambiado. La plaza está para los desavíos», comenta el empresario.
La cosa está mal. «La desaceleración nos trae fritos», cuenta Puerto Tejero socarronamente. Al parecer se vende menos de la mitad de lo que se vendía hace un año y medio. «Seguimos en pie gracias a los alquileres y a que tenemos algunos pisitos en Valdelagrana que tienen su demanda ahora que llega el verano, pero todo se ha parado bastante», asegura Antonio. Lo dejamos mientras espera más animación.
Justo al lado está el lugar donde se sirve café con tartas deliciosas. Es La Antártica. Antes, en estas dependencias, había una oficina de banco. El banco se fue y, ahora, en lugar de préstamos, lo que hay son meriendas y desayunos para los que buscan el receso. Javier Abucha lleva este conocido negocio desde agosto del año pasado. «Yo he llevado toda la vida la famosa venta La Palmera, justo detrás del Hospital de Jerez. Fue justo después de cerrar la venta, sin tiempo para tomar un respiro, para abrir este establecimiento», comenta Javier. También parece haber llegado las vacas flacas a la cafetería. «Estamos deseando que lleguen los días de calor, porque cada vez quedan menos cartuchos para aguantar aquí», comenta.
Sin embargo, Javier conoce el enclave porque también vive en la Zona Norte de Jerez. «Me he criado aquí. Son barrios de familias trabajadoras, buena gente. Y la plaza ha sido siempre lugar de encuentro para todos los jerezanos que hemos vivido en la Zona Norte. Es el punto que reúne casi todos los caminos de esta parte de la ciudad», comenta. Mientras, los cafés siguen saliendo de la maquina y alguna copa helada se deja ver sobre las bandejas de las camareras que van de un velador a otro. La Antártica está deseando derretirse. Con la primavera tan fresquita que hemos tenido los helados han pasado a un segundo plano.
Gatitos
Pero si por algo ha sido conocida la plaza de la Constitución, ha sido por la cantidad de gatos que han ido a parar a este lugar. Javier Abucha comentaba que «se llama de La Constitución, pero siempre la hemos conocido como la rotonda de los gatos». No se sabe bien porqué razón, a este lugar fueron a parar gatos abandonados o nacidos en la calle.
Era sitio de encuentro de micifuzes de todos los pelajes. Cárdenos, negros, blancos como la nieve o atigrados y belicosos. Por las noches, según cuentan los vecinos, comenzaba el concierto melifluo de las batallas por el amor. La gatas salían de sus guaridas y los machos despuntaban sus largas colas erizadas mientras sacaban pecho.
«Esto era un hervidero de gatitos de todas la clases. Aquí criaban y aquí comían al ofrecerse muchos vecinos a darles de comer cuando llegaba la noche. Formaban parte del vecindario», comenta un vecino. Desde hace dos años, los gatos fueron regulados y quitados de la circulación, y ahora hay algunos vecinos que descansan por las noches mientras, otros, los echan de menos. Hay gustos para todo.
La plaza la preside la parroquia de Santa Anta. En su alta espadaña blanca se observa un nido de cigüeñas que se pavonean en por los altos de la plaza. Agitan sus anchas alas y hacen sonar sus picos descompasadamente, como un concierto de percusiones un tanto anárquico. Frente a la iglesia, está el colegio de Isabel la Católica.
Llama la atención las jambas de la puerta principal, labrada en madera noble. En ella podemos observar representaciones de cuatro episodios de la vida de la Reina de Castilla. A un lado su casamiento con Fernando II de Aragón y la unificación de los reinos de Castilla y Aragón. Por otro, el descubrimiento de América, auspiciado por la Reina, en la parte superior derecha la conquista de Granada y por último doña Isabel en el lecho de muerte. El colegio data de 1949, y por sus aulas han pasado miles de jerezanos nacidos en la zona norte de la ciudad.
La plaza de la Constitución es la antesala al Jerez más elevado en la geografía. Enclave que une barrios tan nuestros a través de grandes avenidas. Diseñada por el arquitecto Fernando de la Cuadra, es un lugar que forma parte de la historia.
Redonda y frecuentada por el tráfico. Un sitio donde si se afina bien, todavía huele a solera rancia.