FUERA DE COMPETICIÓN. Su vida sigue liada al deporte. / R. RÍOS
Contraportada

Blanca Fdez. Ochoa: «Ojalá mis hijos no compitan nunca»

-Si se hubiera caído de los esquíes, ¿qué habría sido de una persona que se apellida Fernández Ochoa?

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-Pues hay otros caminos. A lo mejor habría sido veterinaria que fue mi ilusión durante toda la vida. Me encanta los animales y desde muy niña me tiraba esa profesión. Lo que pasa es que enseguida vi el listón tan alto que me puso mi hermano Paco y me dije: voy a intentarlo.

-Ha sido la primera esquiadora española en conseguir una medalla olímpica, ¿Dónde está ese premio ahora?

-En una vitrina, en mi casa y si finalmente se hace el museo de esquí en mi pueblo, Cercedilla, estoy dispuesta a cederla para que se exponga la auténtica. No me imagino ir al museo de El Prado y que tuvieran replicas de Goya y de Velázquez... no tendría la misma gracia.

-La suya es una saga deportistas¿Le darán el relevo sus hijos?

-Aún son pequeños pero los dos esquían muy bien. Sin embargo, espero que no lleguen a cogerle el tranquillo, que nunca compitan y ni se conviertan en deportistas profesionales. Es muy duro, muy sacrificado. Aunque si no hay más remedio y se empeñan, les apoyaré.

-Cuando alguien que ha pasado su vida entrenando, se retira ¿intenta vengarse de la vida y probar todo lo que se ha perdido antes?

-Cuando dejas la competición intentas recuperar el tiempo perdido, paliar ese alejamiento de amigos y de un montón de cosas. Durante mucho tiempo es una carencia grande y luego lo vives todo con más intensidad. Nada más dejar el deporte estás deseando estar con los tuyos, disfrutar con tus amigos, de otra vida y de otras cosas.

-¿Qué tal se lleva el síndrome de abstinencia cuando se deja la nieve?

-No lo llevé muy mal. Nada más dejar el esquí estuve durante más de seis meses poniéndome el despertador a las seis menos cuarto, la hora a la que me levantaba para entrenar, y darme el gustazo de apagarlo para decir que no, que ya no estaba compitiendo, que no me levantaba y que iba a seguir durmiendo. Hasta que dije «vale ya Blanca, vale».

-A usted resulta una obviedad preguntarle aquello de ¿playa o montaña?

-Me inclino por la montaña, evidentemente. Porque puedes practicar infinidad de deportes. Me encantan los árboles y la naturaleza. Estando en Cádiz tengo que admitir que la playa también tiene sus mo-mentos, sus atractivos, pero a estas alturas no voy a engañar a nadie... Soy más invernal.

imruiz@lavozdigital.es