Opinion

Gobierno en soledad

El Gobierno logró hacer prosperar ayer en el Congreso el primer eslabón de su proyecto presupuestario para 2009 -la fijación del techo del gasto público en 160.158 millones de euros, un 5% más que en este ejercicio-, aunque lo hizo gracias al único apoyo del PSOE y la abstención de CiU y el PNV. El resultado de la votación pone de manifiesto tanto la desconfianza que despierta entre los grupos de la Cámara la política económica del Ejecutivo, como su legítima predisposición a transformar la desaceleración y el recorte en las previsiones de crecimiento en un puntal de su estrategia de oposición. Esa actitud, unida a la insuficiente mayoría de que dispone José Luis Rodríguez Zapatero, anticipa una ardua negociación por parte del Gobierno para tratar de sacar adelante las primeras Cuentas de la legislatura, máxime cuando la voluntad de los socialistas de procurarse apoyos puntuales sin las ataduras del anterior mandato les han alejado de sus antiguos aliados, ERC e IU, y no les garantiza, al menos por el momento, la anuencia ni de los convergentes ni de la formación liderada por Iñigo Urkullu.

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En este sentido, la coincidencia de los partidos en reprochar al vicepresidente Solbes la falta de realismo de su cuadro de previsiones macroeconómicas constituye no sólo un serio aviso de los escollos parlamentarios que habrá de encarar el Ejecutivo, sino también un reflejo de la inquietud que está suscitando el desajuste entre las valoraciones gubernamentales y la sucesión cotidiana de datos negativos sobre la coyuntura económica. Las apelaciones de Solbes a la austeridad resultan congruentes con la reducción de los ingresos producto del enfriamiento en la actividad y con la disminución drástica del superávit, pero cabe cuestionar que esa política más restrictiva pueda ser compatible con la pretensión de reforzar la productividad de un modelo hoy en crisis y con el mantenimiento de una estrategia expansiva en materia de equiparación social. Entre otras cosas, porque el propósito del Gobierno de contener a corto plazo las consecuencias de la desaceleración, mientras trabaja para corregir y perfeccionar las bases de nuestro crecimiento, se ha topado con un enfriamiento más acelerado y profundo de lo previsto, cuyo impacto está obligando ya a detraer recursos y esfuerzos de otros objetivos al tiempo que cuestiona la capacidad de las distintas administraciones para mantener el equilibrio presupuestario.