PAN Y CIRCO

Incapacidad

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inalmente, el equipo gaditano ha logrado que la afición y la crítica lleguen a una misma conclusión: que esta plantilla no posee suficiente capacidad para alcanzar esos objetivos, cada vez menos ambiciosos, que se iba proponiendo a medida en que la temporada avanzaba. Unos afirman que los jugadores no alcanzan el nivel exigible de calidad técnica, otros que carecen de fuerza física, otros que no están motivados, otros que les faltan eso, pero todos coinciden en que el equipo está situado en el lugar que le corresponde. Algunos lamentan -como ese señor que está una fila más abajo- que no se puedan esgrimir excusas: «con lo bien que nos hubiera venido -repite una y otra vez- que el árbitro hubiera expulsado a dos o tres injustamente o, al menos, que pudiéramos decir, como el año pasado, que el terreno de juego es excesivamente corto». «¿No decían -pregunta el de al lado- que el Sevilla B venía dispuesto a echarnos una mano?». Discrepamos, sin embargo, con quienes señalan a la afición como uno de los factores culpables de tamaño desaguisado. En mi opinión, ninguno de los cadistas tiene que ver con el naufragio previsto desde el primer partido: ni quienes reían las gracias; ni los optimistas, ni los realistas, advertían que, en cada jornada, el equipo se hundía un poco más. Me atrevo incluso a aventurar mi convicción de que la causa de esta lamentable situación no es la falta de interés de los futbolistas: además del patrimonio económico del club, en cada partido se han puesto en juego el presente y el futuro profesional, familiar y personal de cada uno de los integrantes de la plantilla. El problema ha sido más difícil de resolver porque los jugadores han sido incapaces de responder a las instrucciones de los diferentes entrenadores, a las exigencias de la directiva, a los reproches de la crítica y a los alentadores empujones de la afición. ¿Creen ustedes que lo mejor de esta situación es que el Cádiz dependa de sí mismo?