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Betty

Entre el exitazo de audiencia del partido de la selección (una cuota del 53,9%, nada menos) y el retorno de la maltratada serie americana Cinco hermanos, Cuatro tuvo la gracia de inaugurar la versión yanqui de Yo soy Betty, la fea, que viene así a sumarse a la estomagante marabunta de bettys que por todas partes nos acosa.

JOSÉ JAVIER ESPARZA
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Cuatro ha probado fortuna con la Ugly Betty norteamericana, que es exactamente la misma historia, pero rodada con más calidad. Esta Betty ha venido a ocupar el lugar de House, una de las mejores series que tenemos vivas en pantalla. Es verdad que el producto cuenta con buenos avales -premios (dos Globos de Oro y tres Emmies), elogios, un gran papel de América Ferrera, la producción de Salma Hayek, el éxito obtenido por las versiones precedentes- que permiten alentar augurios favorables. Hasta aquí, las cosas tal y como se ven al otro lado de la pantalla. Y a partir de aquí, las cosas vistas desde el otro lado, o sea, el de usted.

Una cuota de pantalla del 8,5%, que es la media que tuvo Ugly Betty en su estreno. Eso viene a ser, más o menos, la mitad de la audiencia que obtenía House. A primera vista, es un fracaso palpable. Hay que subrayar eso de «a primera vista», porque este serial nos tiene acostumbrados a las trayectoria más sorprendentes, pero los datos son los que son, malos. Es curioso, porque Ugly Betty es muy superior tanto a la versión original como a la versión española: desde las interpretaciones hasta los decorados, desde el ritmo narrativo hasta los guiones, todo en ella se beneficia de la acreditada potencia de la industria audiovisual norteamericana. Sin embargo, hay aquí algo que no termina de convencer. Quizá un exceso de calidad.

Aa mí me parece que a una historia como a esta le conviene una atmósfera de zapatilla doméstica y ambientador de todoacien. Como su tema narrativo es la redención del humilde, la implicación afectiva del espectador se consigue sobre todo a base de una cierta cochambre, de un aire menesteroso, que subraye la triste condición de la víctima. Estos americanos, sin embargo, le dan demasiado lujo. En fin, ya veremos. Al menos, sabemos cómo acaba la historia.