POCO GÉNERO. Los puestos de pescado del Mercado gaditano estaban en mínimos.
Ciudadanos

Una psicosis más propia de los tiempos de guerra

Los ciudadanos hacen acopio y los más ancianos recuerdan los racionamientos de los años treinta

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

El repartidor quedó asombrado cuando la clienta le abrió la puerta del trastero para que metiera la mercancía. «Tenía más leche guardada que nosotros», explica unas horas después, aún sorprendido por cómo una sola mujer puede comprar 192 rollos de papel higiénico (16 paquetes de 12). «Decía que lo pasó muy mal tras la Guerra Civil y que no quería pasar otra vez por lo mismo», la justifica en parte el empleado.

Otros como él llevan un par de días de agobio. «Los repartos a domicilio se han multiplicado porque la gente está haciendo compras muy importantes», afirma otro empleado de un supermercado del centro gaditano. Al igual que su compañero de gremio, ha notado que los mayores son los más preocupados por la huelga de transporte. «Todos hablan de la posguerra, mientras que los jóvenes se lo toman con más calma y siguen comprando lo necesario», señala.

Sin embargo, no sólo de sus mayores deben de vivir las cajas registradoras de los supermercados cuando la cuenta de resultados del cierre arroja cifras espectaculares. Varios establecimientos visitados confirmaron que el lunes pasado se vendió «bastante más del doble» que un día normal. «Y luego para que levanten la huelga de repente y todo el mundo se encuentre con los excedentes», bromea un trabajador, que nota cómo el ritmo de venta sube y sube. Prácticamente, las amas de casa han pasado de comprar una cesta a llenar un carro. Un par de minutos junto a una caja revelan a una mujer de mediana edad con cuatro tarros de kilo de café soluble y cinco cajas de seis cartones de leche. Las colas son propias de un sábado de primero de mes.

Algo así sucede en el mercado central de la capital. Los martes suelen ser muy movidos, pero ayer la gente compraba por encima de lo habitual. «No falta de nada», se jacta un frutero. ¿Y va a faltar algo pronto? A esto tarda en responder; luego explica que los pimientos, las cebollas o los tomates están en el límite del desabastecimiento, así como un buen surtido de frutas. La lonja central no da para más. ¿Y pescado? «De eso podría no haber absolutamente nada en un par de días», sentencia un pescadero con sólo tres especies por ofrecer.