La semana que viene
No deja de ser confortadora la disposición de ánimo del Gobierno de Zapatero, que está dispuesto a afrontar la semana más difícil desde su llegada al poder y darse cuenta de que no podía solucionar las cosas solamente con sonrisas y promesas.
Actualizado:Ahora reconoce que le espera una semana negra que, para nuestra desgracia, puede durar varios semestres. Todo ha ido rápidamente a menos, menos el terrorismo, que sigue yendo a lo suyo. Las huelgas de camioneros y pescadores y el amarre de la flota pesquera pueden cambiar radicalmente nuestro régimen alimenticio, pero eso sólo ocurrirá mientras tengamos algo para comer.
No me haría ninguna gracia que mi vida fuese capicúa. En mi bombardeada infancia estuve en todas las colas. Creo que no me perdí ni una: la del pan, que era de maíz; la de la comida, que era de pega, y la del tabaco, que era de picadura. Ahora empiezan a verse colas y lo peor de ellas es que hay mucha gente pidiendo la vez, pero todavía no tienen comparación con las de entonces.
Aquellas sí que eran colas. Las hileras monacales de hambrientos íbamos acompañados cada uno con nuestra cartilla. Un libro ayuda a triunfar. De ahí creo que proviene mi afición a la lectura. La acera fue la biblioteca de mi generación, ya que leíamos cuidadosamente lo que ponía en el cupón que nos cortaba el tendero, no se fuera a equivocar y nos quedáramos en ayunas para otro día, que por cierto era el día siguiente.
Que nadie me diga eso de que no hay que exagerar. Sí hay que exagerar. No se pueden desabastecer las gasolineras y los supermercados. No se puede abusar de los transportistas y de los pescadores. No se puede permanecer con los brazos cruzados ni siquiera para pedir perdón por lo mal que se está haciendo. La crisis se estaba viendo venir. Y se hicieron no sólo los ciegos, sino los sordos.