Un forzado volantazo hacia la moderación

Aunque ayer mismo el ex presidente polaco y premio Nobel de la Paz, Lech Walesa, le criticó a fondo. El ex responsable sindicalista señaló que mientras Fidel Castro «es una persona muy inteligente que escogió un camino malo, el líder venezolano es un demagogo y populista que engaña a la gente pobre».

Pero el mensaje de Chávez a las FARC no pudo ser más directo: «¿Vamos, suelten a esa gente! Hay ancianos y soldados que llevan allí más de diez años».

Ya en la última cumbre entre la Unión Europea y América Latina el líder bolivariano, habitualmente pródigo en verbo exaltado y largas intervenciones en las que los insultos y las descalificaciones eran el pan nuestro de cada día, mostró una nueva cara. Tendió la mano a su colega Álvaro Uribe, a quien no ha dudado el tildar de «cachorro del imperio», y se comportó con discreción.

En menos de seis meses ha pasado de defender el reconocimiento de las FARC como ejército rebelde en guerra con las autoridades colombianas a pedir la liberación de los secuestrados sin condiciones de ningún tipo. Al meter la marcha atrás y asegurar que los acuerdos de paz podrían estar garantizados por países amigos, como Argentina, Brasil, y Francia -España, junto a los galos y suizos, ayuda desde Colombia- Chávez quiso hacer ver que no está solo en los contactos con las FARC y también alejar las sospechas de que ha financiado a la guerrilla y que planeaba extenderla por el continente.

Si a eso se suma la proximidad de las elecciones que ya no serán un paseo como las últimas, en las que la oposición las boicoteó, es comprensible que el líder venezolano busque atemperarse para tratar de mantener el auge del 'chavismo'.