Eurocopa
Ha empezado la Eurocopa y Cuatro ha roto a ofrecer imágenes del magno acontecimiento. El sábado, a eso de las cinco y media, tuvimos la primera cita seria: ceremonia de apertura y partido inaugural. Como espectáculo de masas, para ser sincero, la exhibición austro-suiza tuvo gusto y matemática, pero resultó más bien pobretona, incluso menesterosa. Fue pobretona por el relato que daba flujo a la ceremonia: dos o tres alusiones a los atractivos turísticos más convencionales del área alpina, desde los deportes de invierno hasta la corte de los Habsburgo pasando por las estampas de verdes valles llenos de vacas.
Actualizado:En la memoria del público quedará, seguramente, la singular estampa de unas vacas de cartón piedra avanzando al paso de la oca sobre las cabezas de la muchedumbre. Y fue menesterosa por los medios puestos a disposición: un millar de voluntarios -legión bastante exigua para lo que en estas fiestas es habitual- describiendo figuras geométricas sobre el césped -o, más bien, sobre la lona que lo protegía-, algunos alardes mínimos de vestuario y, después, fuegos artificiales de brevísima composición. Concedamos que la realización televisiva tampoco ayudó mucho a dar brillo y realce al festejo, porque la cámara anduvo por entre las gradas casi tanto tiempo como sobre el césped; tenía su gracia ver la reacción de la gente al descubrirse en la pantalla gigante del estadio, pero eso es algo que uno puede ver en cualquier parte y no justifica que se robara imagen al espectáculo.
Sobre todo, las cámaras fallaron en dos momentos determinantes de la ceremonia: primero, cuando los fuegos artificiales giraron del blanco al rojo, cosa que para el discurso festivo era muy importante -es el leit-motiv dominante en la estética de esta Eurocopa, por los colores de las banderas austriaca y suiza-, pero que no pudimos ver porque la imagen viajó hacia detalles secundarios; después, cuando se nos impidió ver el momento en el que la organización retiraba la lona que protegía el césped para dejar la hierba al desnudo y que pudiera comenzar el primer partido.
El comentarista de Cuatro, ponderando la «eficacia suiza», había subrayado el desafío: ¿Cómo quitar en tiempo récord esa gigantesca lona, no menos de 2.400 metros cuadrados a ojo de buen cubero, para que los futbolistas del encuentro inaugural saltaran al campo? Nunca lo sabremos: la cámara se quedó congelada en los futbolistas que esperaban en el túnel de vestuarios, dos cohortes de tensos señores que bufaban y movían el cuerpo, encabezadas por el trío arbitral, que no estaba menos tenso ni menos bufador. Cuando la imagen volvió al campo, allí ya no había lona, sino césped; ni vacas, sino futbolistas. Comenzaba la Eurocopa. A ver qué da de sí.