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El crimen estrangula a México

Organizaciones del narcotráfico siembran de muerte y corrupción un país que lucha con escasos medios La ofensiva del Gobierno Calderón no ha impedido que en lo que va de año haya habido 1.500 asesinatos

MILAGROS LÓPEZ DE GUEREÑO
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Si Orson Welles volviera a su playa favorita, Rita Hayworth rememorara sus noches de bailarina antes de ser actriz y Al Capone fuera a instalar casinos como hizo a mediados del siglo pasado quedarían horrorizados al ver la transformación de Tijuana y de otras ciudades mexicanas. El escritor tijuanense, Leobardo Sarabia, resumía al diario 'Milenio': «Ya no es la capital de la putería y el desmadre, es la capital del secuestro y el 'levantón' (ajuste de cuentas)». Desde el 2006, más de 4.000 personas, entre ellas 450 militares y policías, han muerto a manos de las mafias del narcotráfico.

La sensación de inseguridad también ha dañado el turismo. Según Carolina Cárdenas Sosa, subsecretaria de Planeación de la Secretaría de Turismo (Sectur), seis millones de personas dejarán de visitar los seis estados limítrofes de México con EE UU y se perderán casi «140 millones de euros que esos visitantes gastaban en la frontera».

No es raro. No hay día que los medios mexicanos no hablen de tiroteos, 'levantados', secuestrados, 'encajuelados' (muertos en el maletero del coche), 'encobijados' (envueltos en una manta), decapitados, maniatados, ojos vendados, ametrallamientos, tiros de gracia, cuerpos atravesados por los 'cuernos de chivo' -AK-47- que parecen coladores, una jerga asociada a la dinámica impuesta por los 'narcos' en su guerra contra las autoridades, carteles rivales, sicarios y delatores. A veces las víctimas aparecen en fosas comunes, calcinadas.

Los tiroteos están a la orden del día en cualquier punto del país. Los policías van enmascarados para evitar ser reconocidos por los matones. «Con tantos hombres encapuchados y con armas, ya no sabemos quiénes son los malos y quiénes los buenos», decía la testigo de un enfrentamiento. En Tijuana comienza el muro que recorre los 3.200 kilómetros de frontera común, donde la 'parca' se pasea entre patrullas fronterizas, 'polleros' (contrabandistas de personas), inmigrantes ilegales y, por supuesto, narcotraficantes que con su dinero sucio compran policías municipales, estatales, políticos y funcionarios.

Una red muy difícil de atacar y que el 4 de junio denunció un editorial de The New York Times. «México no puede librar solo esta batalla. Sus cuerpos policiales están mal equipados, mal entrenados e infiltrados de corrupción -no pueden competir con los capos de la droga, con su enorme riqueza y potencia de fuego-. Se comprende la decisión que el presidente Felipe Calderón tomó de recurrir a los militares, pero el Ejército no está capacitado para las tareas de patrullaje e inteligencia ni para tratar a la población civil. Los defensores de los derechos humanos ya están acusando de abusos al Ejército». El diario, buscando impedir que las balas traspasen el muro insistió en que «EE UU tiene un claro interés y una clara obligación de ayudar».

No se equivocaba el rotativo al insistir en la fuerza de los carteles de la droga. Para muestra un botón: en enero, uno de sus principales capos, capturado en 2003 y extraditado a EE UU, pagó una fiesta infantil de cumpleaños en la que se llegó a colocar una pancarta: «Feliz Día del Niño les desea su amigo Osiel Cárdenas Guillén ya que ustedes son el futuro de nuestro México. Su amigo, Osiel. C. G. (cartel del Golfo)». Las mansiones, los relojes y coches de lujo son su tarjeta de presentación. En su negocio recurren hasta a minisubmarinos teledirigidos para transportar la droga.

Guerra abierta

Según José Manuel Martínez, representante regional de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, los narcotraficantes libran «una guerra abierta contra las autoridades para lograr que México siga siendo la principal ruta de tránsito de la mayoría de las remesas de cocaína destinadas a Estados Unidos».

El experto sostiene que el 90% de la cocaína que anualmente llega a EE UU es por Centroamérica y México y la mayor parte de esa droga, tanto en su tráfico como en su venta, es controlada por organizaciones aztecas. Por su parte, María Elena Medina Mora, miembro de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE), que depende de la ONU, señala que el consumo de metanfetaminas se ha disparado en México, principalmente en las ciudades fronterizas.

El panorama es preocupante, pese a que desde que juró el cargo hace 18 meses, Calderón puso en marcha una plan de seguridad nacional para frenar la influencia del narcotráfico en el país. Hoy participan en el operativo 36.665 policías federales y soldados que utilizan 1.708 vehículos, barcos y aviones para contrarrestar la ola de violencia que provocan los choques entre agentes y bandas rivales. Una cosa es cierta: falta mucho para conquistar la paz. Según datos oficiales, en 2007 se registraron 2.794 'ejecuciones', es decir, 232,8 homicidios violentos por mes y 7,65 cada día, un 24% más que en 2006. El recuento de 2008 no podía ser peor: hasta ahora las víctimas mortales superan los 1.500.