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Extracto del poemario de Manuel Alcántara

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Viajes

Hubiera sido igual abrir un atlas

con países que caben en la mano

y remontar los ríos y las páginas

para seguir sus cursos satinados.

Las cordilleras y los alminares,

el agua populosa por el Bósforo

y el niño Alí que me vendió postales

son cosas que ya estaban en mis ojos.

Cuando era Marco Polo por los mapas,

las mismas cosas vi sin ir a verlas.

Las mismas torres y la misma Pampa,

las colinas más roncas y Venecia.

Por primera vez he vuelto a ver las casas de La Antigua,

las sordas catedrales,

el ring del Madison y las descalzas aguas del Iguazú,

yendo a matarse.

Ya estuve en los lugares donde estuve.

Reconocí a la tierra en las naciones,

los cielos varios con las mismas nubes,

los repetidos y mortales hombres.

Recuerdo aquellos atlas escolares

tanto como las noches de Sudáfrica.

Para haber visto todo acaso baste

mirar desde el balcón la luna apátrida.

Soneto para empezar un amor

Ocurre que el olvido antes de serlo

fue grande amor, dorado cataclismo;

muchacha en el umbral de mi egoísmo,

¿qué va a pasar? Mejor es no saberlo.

Muchacha con amor, ¿dónde ponerlo?

Amar son cercanías de uno mismo.

Como siempre, rodando en el abismo,

se irá el amor sin verlo ni beberlo.

Tumbarse a ver qué pasa, eso es lo mío;

cumpliendo años irás en mi memoria,

viviendo para ayer como una brasa,

porque no llegará la sangre al río,

porque un día seremos sólo historia

y lo de uno es tumbarse a ver qué pasa.

Niño del 40

Una luz por el parque y el pitido

de un barco que se fue, que se está yendo.

Una luz que conozco y que comprendo

y un barco que partió y que no se ha ido.

Palomas. Y biznagas que han querido

serlo para volar. También lo entiendo:

ser otro y ser lo que estuvimos siendo.

Acaso alguna lo haya conseguido.

Un tranvía de sol con jardinera

y en los Baños del Carmen gran carrera,

concurso entre sirenas y delfines.

No se estaba ya en guerra aquel verano,

mi padre me llevaba de la mano,

yo estudiaba segundo de jazmines.

Abderramán III, poco antes de morir, hacer confidencias

También en el dolor fui más. Lamento

deciros con retraso que yo era

un alfanje sin fin y una manera

de aceptar mi interior derrocamiento.

No quise divulgar mi sufrimiento

por no haceros la envidia llevadera.

Nadie me conoció más que por fuera,

como al alto ciprés conoce el viento.

El laurel fue costumbre de mi frente,

la mujer de mi noche, el inminente

jazmín bajo los astros a mi lado.

Todo lo tuve. Cuanto el cielo abarca.

Recordad siempre al más feliz monarca:

Abderramán III el desdichado.

Si vivir consistiese en darse cuenta

Si vivir consistiese en darse cuenta,

ganar el corazón, perder el hilo,

mostrarle el pasaporte a los espejos,

ponerse a hablar de usted consigo mismo,

volver por las aceras sin memoria,

demorarse en los labios conocidos,

si vivir fuera sólo estar sobrando,

estar de más, estar más que perdido,

saber que no hay remedio, que los dioses,

famosos por sus sombras y sus signos,

ya planearon sus crímenes perfectos,

sus crímenes sin rastro y sin motivo,

si vivir consistiera en aquel tiempo en el que no queríamos morirnos,

si vivir fuera ser un extranjero que llega a amar mucho a un país distinto,

si vivir no tuviese consistencia, sólo un momento dado y no pedido,

si los muertos se mueren,

que se mueren, nadie,

nunca jamás, estuvo vivo.

Canción 4

Cuando termine la muerte,

si dicen a levantarse,

a mí que no me despierten.

Que por mucho que lo piense,

yo no sé lo que me espera

cuando termine la muerte.

No se incorpore la sangre

ni se mueva la ceniza

si dicen a levantarse.

Que yo me conformo siempre,

y una vez acostumbrado

a mí que no me despierten.