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Derrota austríaca en tres minutos

El coanfitrión recibe un castigo excesivo al perder con Croacia, que jugó a la defensiva tras adelantarse en el inicio con un gol de Modric

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Los errores, en las fases finales de los grandes torneos, se pagan caro. Un despiste, un fallo de concentración o un momento de duda suponen en la mayoría de los casos la diferencia entre el vencedor y el perdedor. Lo repitió Luis Aragonés tras el desatino de Marchena ante Perú (un mal desvío que costó un gol), y, desde ayer, el técnico de Hortaleza tiene un ejemplo más que ilustra la sentencia. Austria llevó el peso del partido, tuvo más ocasiones, se quedó infinidad de veces a un paso de marcar, pero un solo fallo, en el minuto tres, le condenó. Penalti, gol de un espléndido Luka Modric y adiós a los puntos. Esta Eurocopa no es para anfitriones.

La jugada del penalti dejó atónitas a las gradas del Ernst Happel de Viena. Aufhauser llegó a destiempo a su área y se llevó por delante a Olic. No había necesidad. Las posibilidades de gol eran mínimas, el tanto requería una genialidad exagerada del delantero croata, y, sin embargo, el austríaco erró. Le faltó concentración y le costó una amarilla que le mermó durante el resto del choque y un gol de Modric, que con 22 años tiene el desparpajo suficiente para asumir la responsabilidad de lanzar una pena de castigo y, además, disparar al centro para batir a un sorprendido Macho. De nada sirvió luego el empuje de la coanfitriona del torneo, sus cuelgues repetidos al área rival en busca de los delanteros o los esfuerzos de Ivica Vastic, un revulsivo para la segunda parte que hundió el estadio en gritos de entusiasmo y animó la distribución de juego.

A Croacia le bastó con echarse atrás, sufrir en el área y encomendarse a Modric, el Cruyff balcánico y el único capaz ayer sobre el césped de parar los tiempos del partido y distribuir el balón con acierto. Sufrieron los visitantes por méritos (o más bien deméritos) propios. Tras una buen primera parte, en la que un espléndido Srna y un Olic luchador destacaron, el combinado de Slaven Bilic pasó a jugar a la defensiva. Su equipo demostró así una vez más que roza la prepotencia y que peca de insolencia. Los croatas creyeron tanto en sí mismos que no tuvieron en cuenta al rival. «Aquel austríaco que piense que es mejor que yo que me lo diga -dijo en los días previos al encuentro Simunic, un central balcánico que no destaca por su regate precisamente-. Todos sus jugadores juntos tienen menos calidad que yo». A punto estuvo de costarle muy caro a Croacia tanta chulería porque, a la vuelta del descanso, el ímpetu de los coanfitriones dio la vuelta al encuentro. Los locales empezaron a disfrutar de buenas oportunidades, como un pase al centro del área rival servido por Harnik que nadie acertó a recoger.

Los hombres de Bilic se dieron cuenta de que si seguían así corrían el riesgo de que les empataran y empezaron a perder tiempo para tratar de salvar su precaria victoria. Les bastó para ganar, pero no para convencer. Lo contrario que Austria, que perdió pero demostró que a pesar de sus limitaciones le sobra entrega. Aunque ayer, en el césped de Viena, su esfuerzo quedara sin premio por un penalti en el minuto tres. Como dice Aragonés, los errores se pagan muy caros.