Diego Ventura se cobra botín
El sevillano consigue tres orejas, dos de ellas bastante generosas, en la quinta del aniversario de Madrid
Actualizado: GuardarUn punto distraído el toro de Los Espartales que abrió. Entre encelarse y no. Se le adivinaba el gesto: quería saltar. Lo fijó Cartagena. Dos rejones de castigo. El segundo, excesivo. Resobado por los banderilleros, el toro vino a pararse, o a cortar y gatear.
Sobre un caballo Fandi cuarteó Andy en banderillas de dentro afuera con calidad y torería. En un tercer embroque se abrió más de la cuenta y se vio. Cortas al violín, espectaculares pero a destiempo: no imponía el toro. Muy delantera una estocada con vómito. El vómito contrajo a la gente. Iba a ser tarde de pañuelo fácil. Por parte pagana, según costumbre, y por parte del palco, que estaba que lo tiraba. Por culpa de la sangre no hubo quien sacara pañuelos para Andy entonces. La cosecha fue, sin embargo, abundante: tres orejas para Ventura pero sin la fuerza ni la razón de otros días; sólo una para Sergio Galán, que perdió las dos del quinto por fallar con la espada; otra más, y cogida por los pelos, para Andy y su bailarín caballo Pericalvo, que a todo ritmo se hace. Apagado y trotón, el cuarto no fue toro propicio, pero Andy, estuvo espléndido en el primer tercio.
El abuelo de la cuadra
Con los pechos torea de maravilla el abuelo de la cuadra, un caballo de silla francés llamado Fransuá (sic), y con él tiene Andy más expresión y pureza que con cualquier otro. Dos rejones de castigo nuevamente. Desafortunada idea. Sangre hasta la pezuña, al toro le costó. Un pinchazo y una estocada notable. El abuelo Fransuá y el Pericalvo de los garrotines, y más caballos gloriosos. Siete sacó Sergio Galán; ocho Diego Ventura.
Galán no mató con ninguno de los especialistas, ni el tordo Mago ni la castaña Revolera, que es célebre yegua estoqueadora. Sino con caballos banderilleros: el castaño Ciclón, alcanzado y tocado en el embroque de la estocada del segundo; y un lusitano perlino llamado Apolo, que tiene aire de torero mayor. Sobre ese Apolo, nuevo en la casa, intentó Sergio matar al quinto en los medios. Fue una de las grandes apuestas de la tarde. La de más riesgo. No salió.
Los tres viajes
Un pinchazo, dos, el toro se enteró al tercer viaje. Los otros dos banderilleros, muy seguros, fueron, en la primera baza, un tordo Capea, que es también caballo abuelo, de trece años cumplidos y temple para galopar de costado y a son con la desgana de un toro zurrado por dos rejones de castigo; en la segunda y en espléndidos quiebros en el mismo platillo, Montoliu, bayo de gran agilidad. La elegancia tan distinguida de Sergio Galán, su serio repertorio clásico, su manera de montar severa y flexible. Su sentido del toreo sin concesiones. En buen momento el rejoneador de Tarancón.
Y Diego Ventura, personalidad terremoto, que llena plaza, provocativamente: la voz, el sombrero, los brazos. El sexto, encastado torazo de singular personalidad, saltó dos veces la barrera.