De ciudadanía y laicismo LALIA GONZÁLEZ-SANTIAGO
Aparte de su aportación al feminismo, Amelia Valcárcel se ha dedicado a pensar sobre política en general. Así, afirma que «la ciudadanía, porque no viene de serie, necesita educación ciudadana, en qué es esto de la democracia y la igualdad; y en civismo, hábitos, conocimiento de las instituciones, del panorama mundial. Que tengamos una derecha que cree que la gente no hay que educarla en ciudadanía ya dice lo montaraces que algunos pueden llegar a ser, aunque son una pequeñísima parte, ni siquiera la gente conservadora en general se opone, porque sabe que es necesario».
Actualizado: Guardar¿Hemos aprendido en este país a ser decentes? Valcárcel contesta: «Eso espero, que no volvamos a encontrarnos con gente que va a la vida pública para hacerse con un capital privado. La corrupción es lo que más desarma a la democracia. Lo que se dijo en el discurso de investidura me gustó. Queremos ser un gobierno decente y queremos atrevernos a ser decentes».
Acaba de publicar junto con Victoria Camps un libro sobre laicismo, Hablemos de Dios, y muestra su extrañeza por la dificultad para encontrarlo en muchas librerías: «Sé que en algunos sectores eclesiásticos ha sentado mal, no sé si por lo que dice o porque lo digan dos mujeres, aunque sean catedráticas, pero es un libro respetuoso con la religión, si bien analítico».
Opina que «la religión, todas las religiones, tienen una gran capacidad para hacer el bien, pero también el mal. Han de aprender a ser tolerantes, y la democracia debe ampararlas a todas, sin duda alguna, como opciones privadas que son. No clandestinas, privadas. Ninguna puede imponer su credo, ni su credo moral. Es la democracia la fuente depositaria de los valores que son comunes. Y decir esto, que es tan sencillo, por lo visto, provoca que la mayor parte de las religiones se pongan de los nervios». Por ejemplo: «Ayer mismo me desayuné con unas declaraciones de Ahmadineyad diciendo que el mundo mejoraría si estuviera en mano de monoteístas puros, o sea que cumplieran normas de pureza. Como para un islamista radical los cristianos son politeístas, si todo el mundo fuera como él y si la pureza consiste en no comer jamón, vamos buenos».