El miedo al miedo
Actualizado: GuardarLas encuestas revelaron después que era Europa la que se proclamaba partidaria del predicador negro y la que perseguía, como yo, un remedio a la desesperanza. El senador de Illinois resultaba ser un político elegante, con las erres de revolucionario romántico, las íes de ilusionista iluso y las jotas de joven, jovial y jodedor. Su palabra enamoraba y encendía pasiones, pero también irritaba a los pusilánimes. No quiere «amargados» en sus filas. Sorprende que hayan quedado fuera de esa predilección, currelas, latinos y blancos desteñidos.
Y, aunque consuela su decantación demócrata, surge el temor a que la progresiva radicalización traslade a las urnas su morenofobia (escasa simpatía hacia el negro inexperto), laborofobia (miedo al trabajador inmigrante) o musicofobia (alergia a U-2). Que no le hayan votado las mujeres de cierta edad, los pobres de casi todas las edades y muchos blancos hace sospechar que a estas alturas la voluntad integradora de Hillary no sea suficiente. Aunque haber ganado sea un síntoma de esa voluntad mayoritaria por desterrar el dominio social de la población blanca. El mismo espíritu integrador que llevó a Robert Kennedy a ganar las primarias de hace cuarenta años.Y encuentra paralelismo en el discurso de Obama en Filadelfia sobre la 'ira' racial: «Nos limitamos a condenarla sin entender sus raíces. No puedo repudiarla como tampoco puedo repudiar a mi abuela blanca». Es posible que estas 'carreras' llenas de meandros y trampas no ayuden a elegir al mejor (véase Bush), pero sin duda garantizan que quien gana es el que desean los norteamericanos.
Los demócratas deberán blindarse frente a la contrarrevolución de quienes temen perder sus privilegios con el cambio, y contra el miedo. Ésa fue una de las cartas abyectas que jugó Clinton al fundar su tozudez sobre el riesgo que corría su adversario de que le quitaran el forro. La fatalidad que antes llevó a un fanático palestino a reventar de un tiro el cráneo de Bobby. Las opciones siguen abiertas; y a las de un loco o un conspirador habría que sumar Al-Qaida y su habilidad para reventar elecciones. Conscientes unos y otros de que sólo el miedo puede matar la ilusión y devolver a los yanquis a la penumbra, a la sospecha de que bajo de cada adoquín de Times Square o Sadr City se esconde un terrorista. Y que hay que exterminar a medio mundo para impedir que actúen.