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PUREZA. La Puerta del Sol es uno de los enclaves del Jerez más puro que puede encontrarse. En la imagen, dos mujeres paseando.
Jerez

Una puerta que se pierde entre cantes y sol

El conocido enclave de la Puerta del Sol es uno de los lugares donde todavía es posible encontrarse un Jerez en estado puro

MANOLO SOTELINO | JEREZ
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La Puerta del Sol es uno de los enclaves del Jerez más puro que en estos tiempos del móvil y el estrés podemos encontrarnos. Su capilla de La Yedra es un lugar con sabor a cante de plazuela, a martinetes y a tonás antiguas que parecen salir del yunque del Tío Juane, que a pocos metros tuvo su taller donde la fragua ardía y el compás se adiestraba a base de golpes secos.

La Puerta del Sol recoge la plazuela gitana, y por allí es posible ver todavía a Juan Moneo, El Torta, paseando su alma vagante entre cantes y penas por las aceras que se abren hacia Empedrada y Sol. Se podría decir que al llegar a La Plazuela hay que decidir entre estas dos calles. Dos emblemas del barrio de San Miguel, dos hermanas que van a parar al corazón del barrio. Todavía se ven los patios a la antigua, con sus frescos helechos que asoman al portal. Cuando llegan las fechas del calor, también se dejan ver esas flamencas con roetes que salen con su cubo de zinc cargado de agua para regar el patio y las aceras. Es cuando huele a cemento recalentado y a polvo empapado, esa esencia característica que da la tierra mojada. Los coches, los ruidos, los cantes, la cofradía de la Yedra, el barullo del bar que está ahora en lo que antes fue el tabanco de Ignacio, en la esquina con la calle Pañuelo, y los ecos de aquel famoso lugar -y un tanto oscuro- que fue el Cantábrico. Todo en la Plazuela tiene ese sabor a Jerez puro y Puerta del Sol.

Probablemente su nombre le viene dado de la gran luminosidad de la que siempre ha disfrutado la calle. Situado al mismo Oriente, es lugar donde, nada más salir los primeros rayos del sol, éstos se proyectan frente a la antigua capilla de la Yedra. Posiblemente también heredando el nombre al ser éste el lugar que sirve de antesala a la calle del Sol.

Juncal

Francisco tiene apellido torero: Juncal. «Bueno, en realidad soy yo el Juncal verdadero, el torero no era más que un personaje de ficción que interpretaba Paco Rabal», comenta.

Juncal está tras las cristaleras que sirven de mostrador en la joyería que regenta su hijo, también llamado Francisco Juncal. «Llevo aquí ya más de quince años. Ahora podemos decir que es la familia la que lleva el día a día de la joyería, aunque mi hijo es el titular. Sin embargo, antes estuvimos en el número diez, donde está el almacén de alimentación», comenta. Los relojes lucen en sus vitrinas, las piezas de oro y plata también y entre los encargos, Juncal muestra un anillo tipo cani que podría ser un monumento a la horterada. Él parece estar de acuerdo, y lo enseña como una rareza por su extravagancia y por las dimensiones verdaderamente espectaculares. Por tanto, la tienda es como un pequeño cofre donde van a parar los caprichos dorados de la gente del barrio. «Esta casa también tiene su historia. Aquí paraban muchos artistas. Era un lugar donde descansaban cuando venían a trabajar al Villamarta. Pero también ha habido buenas fiestas entre estas paredes. Muchas noches de cante las que se habrán vivido, sin duda», apostilla.

Frente a la joyería de la familia Juncal está la parroquia de Madre de Dios. La comunidad Jesuita lleva ya bastantes años vinculada a este castizo lugar cuando llegaron del antiguo convento de la Compañía. Los parroquianos salen del templo y, al observar el alboroto, se denota una gran vida interior. Mientras los feligreses se cuentan sus cosas, se observa en la puerta la clásica advocación jesuítica del Sagrado Corazón de Jesús a un lado y al otro la Señora del Amor y Sacrificio, dueña del corazón de los vecinos de Puertas del Sol.

Único

Y al cruzar la esquina se llega al Unico, el establecimiento de alimentación que durante quince años regentó Francisco Juncal. Ahora lo llevan dos chicos jóvenes, trabajadores y esforzados, que luchan día a día por mantener el negocio. «La cosa no va mal. La crisis no se puede notar en lugares como éste, donde no hay más remedio que comprar porque la gente tiene que comer. Eso sí, quizá ahora la gente compra lo más necesario», comenta Isaac, que está de encargado de que todo esté en su sitio. Algunos vecinos del barrio no dudan en decir que se trata, quizá, del almacén más antiguo de alimentación que nos queda en Jerez. Hace más de sesenta años, Manolo Pérez Parada -Manolo el de mancha, como le conocían en el barrio- ya llevaba el almacén. Las vecinas recuerdan con cariño a este vecino que, según dicen, sabía la situación de cada familia de la calle de memoria. Sus hijas, que todavía mantienen la casa del número diez, casi se emocionan al escuchar cómo medio barrio recuerda todavía a don Manuel, tras el mostrador despachando un octavo de pimentón picante con aquellas balanzas de pesas antiguas. Para todos tenía una palabra y una solución, especialmente para aquellos que más necesidad tenían de llevar algo a casa en los años difíciles. «Era un gran hombre, al que siempre recordaremos», comenta una señora morena con pendientes de coral, con las uñas muy bien pintadas y un vendaval sonoro alrededor por el trajín de las pulseras que lleva amarradas a las muñecas. La historia de la calle cuenta que antes de llegar Manuel Pérez Parada ya estaba abierto el lugar. Lo que ya nadie recuerda es quién era el que lo llevaba, se pierde la historia del almacén de ultramarinos en el arcano de la historia.

Al fondo, la Puerta del Sol se pierde, conforme te vas acercando al Astro Rey. Por la zona cercana a Estancia Barrera está la antigua cochera de Los Amarillos, esos autocares en los que ningún torero quería montarse, cuando iba a un tentadero, porque daba mala follá el color. Y también podemos ver las bodegas Sol, donde todavía funcionan las rudimentarias y encantadoras formas de hacer el vino de Jerez puro, porque en Puerta del Sol no vale otra cosa que no sea la pureza. Todo puro en el lugar de los martinetes. Todavía parece resonar el golpe del yunque de la fragua del Tío Juane. Los cantes puros y lastimeros de La Plazuela.