« Fernando Romay Todos llevamos un bailarín dentro»
-¿Qué habría sido de un hombre tan largo sin una pelota y un cesto?
Actualizado:-Estaría en La Coruña, feliz. Sería un tipo alto y contento que estaría por ahí. Teniendo en cuenta que a los 14 años me fui a Madrid para empezar a jugar al baloncesto y desde entonces mi vida está ligada a esto, no concibo qué habría sido mi vida sin esa bola y ese deporte.
-¿Cómo es la jubilación precoz?
-Al principio me sentía totalmente perdido y desorientado. El primer mes de agosto retirado, sin tener pretemporada, me encontraba en casa nervioso, como un león enjaulado. Mi mujer me echaba de casa. Me decía «vete a correr, vete a hacer deporte, vete a donde sea». Por eso el primer año de retirarme me metí a jugar al fútbol americano.
-Para combatir la falta de celebridad, hizo de actor ¿No sería de galán?
-No hago nada que no crea que me va a divertir. Cualquier asunto que me propongan lo hago si sé que lo pasaré bien. La interpretación fue divertida, pero no me la tomé con intención de llegar a nada simplemente como una experiencia más en la vida.
-Ha llegado incluso a lucirse públicamente como bailarín. Con un 53 como número de pie ¿No pisaba siempre a su pareja?
- El baile no deja de ser un deporte de competición y la experiencia en Mira quién baila estuvo muy bien. Me defendía. Los que tenemos cierta edad veíamos los sábados por la tarde películas de Fred Astaire y Ginger Rogers. Todos llevamos un bailarín dentro, sólo que la vergüenza no nos deja sacarlo.
-¿Le decepcionó que en el baile no se compartiera vestuario, como en el baloncesto?
-Esperaba compartir ducha con las compañeras de baile, pero ellas no querían. Lo seguiré intentando.
-¿Aún piensa que la sociedad no está preparada para la gente alta?
-Para personas altitas ya empieza a estar preparada, pero para gente alta, alta de verdad, todavía no.
-Y ese empeño por definir sus 2,13 de estatura como algo exótico.
-Porque me fastidia definirme como raro, por eso prefiero llamarme exótico. Aunque el exotismo no deja de ser una forma de rareza.
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