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El muro

Del «Delphi no se cierra», pasamos hace un año al «si hay que cerrar lo van a pagar caro», para terminar en «qué gran oportunidad le surge a la Bahía de Cádiz». El consejero Antonio Fernández, un visionario de las relaciones laborales, también dijo que el proceso de Delphi había sido «modélico, ejemplar» e incluso «casi increíble por la exactitud y la puntualidad con la que hemos cumplido todas las medidas». Menos mal. Bouzá, delegado de Empleo de la Junta en Cádiz, otro visionario, calificó de «ilusionante» la etapa en la que se encontraba el conflicto de Delphi, afirmando que: «Estamos a la espera de que empiecen a instalarse en la Bahía de Cádiz nuevas empresas que empiecen a demandar a estos trabajadores». Lo dijo en diciembre de 2007.

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Hubo un momento en que se nos hizo creer que lo mejor que podía ocurrirle a la Bahía era el cierre de Delphi, porque permitiría la llegada de importantes empresas que crearían miles de empleos de calidad. Algunos ingenuos nos preguntamos entonces que porqué esas empresas tenían que esperar a la marcha de Delphi para instalarse. La desaparición de Delphi fue presentada como una gran catarsis laboral de la que surgiría, como el ave Fénix, una poderosa y moderna estructura industrial en la Bahía que sería la envidia de España; I+D+i a raudales. Parecía como si Delphi se hubiera convertido en un lastre al desarrollo empresarial de la Bahía y por fin conseguíamos que se fuera.

Un año después, la reiterada frase del presidente de la Junta, Manuel Chaves, de «hacer de Delphi una oportunidad» y su celebérrimo video en el que afirma a las puertas de la factoría: «No os voy a dejar tirados», se concreta en cero recolocaciones, cero industrias nuevas y mil seiscientos trabajadores que ya ni siquiera están en el paro: 1.600 ladrillos en la pared, una pared que va a costar 35 millones de euros y que acabará convirtiéndose en el muro de las lamentaciones de los prejubilados de Delphi.