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TRIBUNA

Arte y ciudad de futuro

Me llega la noticia del cierre de la galería IslaHabitada, lo cual no deja de ser una circunstancia que atañe meramente a lo empresarial privado. Mas conociendo la trayectoria de validez artística y la experiencia en gestión de la directora de la galería, así como la ilusión con la que atendía su propuesta empresarial, no puedo más que trascender ciertas reflexiones generales que desplazan este fracaso desde la iniciativa privada a las propuestas públicas. En materia socio-cultural, lo oficial y lo independiente, lo privado y lo público no pueden evitar sustentarse y apoyarse mutuamente. Es más, se debe fomentar y potenciar esa colaboración. Aclaro que no soy defensor de las galerías de arte, tal y como están gestionadas actualmente, y reconozco cierta ingenuidad o romanticismo al abrir un negocio con ese objeto social en Cádiz, donde no existe el engranaje adecuado para su mantenimiento; ni coleccionistas ni instituciones que compren, ni siquiera interés o conciencia general de lo que el arte significa para el devenir de la ciudad.

FRANCISCO M. CANO
Actualizado:

Precisamente ahora, vivimos tiempos en los que el arte político y de contenido comprometido vuelve a ser casi una moda; tiempos en los que muchos artistas cuestionan con sus trabajos los propios sistemas y mercados del arte; tiempos en los que los modelos museísticos tienden -por fin- a entenderse como espacios para la reflexión y la discusión sobre la contemporaneidad; y es ahora, por lo tanto, cuando se hace más patente la ausencia de unas políticas oficiales gaditanas generadoras de estructuras y proyectos educativos que fomenten la opinión y el entendimiento del mundo en que vivimos, fin último del arte.

Es posible que Cádiz pase por uno de los momentos de mayor bonanza económica -gracias a impulsos externos- de los últimos siglos y es posible, además, que no haya habido otro periodo en la historia en el que se haya abierto un mayor número de espacios para el arte; aunque sin contenidos o de contenidos cuestionables. Es evidente que esa actitud populista no ha derivado en un mayor conocimiento de la experiencia artística ni en el desarrollo de un sistema del arte que potencie o provoque la aparición de artistas, gestores preparados, críticos, comisarios, galeristas o coleccionistas. Por el contrario, cada vez es más obvio que el arte y la cultura local corren el riesgo de ser absorbidos por lo plano y lo vulgar. Este problema es aún más grave, si cabe, en una ciudad como la nuestra cuyo sistema educativo y cultural es muy endeble y donde un chiste vale más que una idea.

En este contexto de fracaso, la políticas oficiales gaditanas deben reaccionar cuanto antes y constituirse, por una parte, como generadoras propias de debate y conocimiento y, por otra, como impulsoras de la actividad privada que se desarrolle en la misma línea.

Las instituciones implicadas -léase Ayuntamiento y Diputación, entre otras- tienen el deber de buscar modelos culturales que sirvan para entender y cuestionar el presente en el que nos desarrollamos, modelos que sean capaces de favorecer nuevas formas de relación y de identidad, modelos que impliquen repensarnos ejerciendo la autocrítica. Hay que crear opiniones solventes, aunque sean discordantes, hay que recuperar el compromiso y la radicalidad, pero también el respeto y la empatía. Ese proyecto oficial debe estar encaminado a la creación de un andamiaje educativo y cultural, desde lo infantil, que favorezca el desarrollo de las propias estructuras del arte para que éstas puedan generar, a su vez, un elemento crítico y una plataforma de pensamiento. Paralelamente, se deben diseñar medidas que impulsen las iniciativas privadas; medidas de ayuda y medidas que faciliten la gestión empresarial y su desarrollo, tanto local como internacional. Hay que fomentar la educación y el intercambio, hay que crear redes de producción y de libre distribución; hay que trabajar de manera conjunta y hay que hacerlo, además, con una actitud colaboradora que proponga el desarrollo ciudadano por encima de intereses partidistas. El paso siguiente sería analizar cómo ese discurso, esas políticas, deben abordar lo local y lo global; la identidad propia y las relaciones de alteridad, más necesarias justamente ahora que vivimos en un momento de gran banalidad en el que nuestros jóvenes sólo reconocen etiquetas televisivas.

El problema principal es, precisamente, la falta de ese discurso de colaboración: aquí hay artistas, hay instituciones, pero escasean la opinión y el interés en que se generen ideas, mucho más si son ideas ajenas. En cualquier caso, el trabajo no se hace en abstracto sino en un contexto en el que surjan interacciones y reacciones. Sé que existen, en las instituciones citadas, honrosas excepciones con nombres y apellidos cuyos planteamientos discursivos pueden ser útiles, aunque no se les permita más que propuestas puntuales, con concesiones facilonas a lo mainstream, sin proyecto de futuro y sin atender a lo educacional como base de creación de un sistema bien asentado. La inmediatez de resultados, la urgencia de éxito personalista, es el gran pecado de los políticos pasajeros y de sus colaboradores.

La cerrazón a ideas externas de muchos de nuestros gestores, la desidia, la mirada acomodaticia, localista y los intereses personales tienen paralizado el desarrollo social, cultural -y por lo tanto económico- de Cádiz desde hace décadas. Habría, tal vez, que recordar a los implicados que el arte crea consciencia, que te entrena para encontrar belleza y respeto, que es una manera de entenderse a uno mismo y de relacionarse con los demás, que es integrador y que nos hace un poco más llevadera una cotidianidad que amenaza con irse a pique a cada instante, que genera pensamiento, conocimiento y, por lo tanto, nos hace más libres. Ahí radica su importancia y su necesidad en el desarrollo de una ciudad moderna que plantee esperanzas de futuro. Habría, tal vez, que preguntarles qué tienen pensado al respecto y, si no hay respuesta válida, cuestionarse si no son ellos quienes, cada fin de semana, arrastran a los jóvenes hacia la Punta de San Felipe.