Es noticia:
ABCABC de SevillaLa Voz de CádizJerez
VIÑAS. Los paisajes del Marco de Jerez son una temática común en los cuadros del genial artista. / CEDIDA POR PEPE BASTO
Jerez

el pintor josé basto

Mi primera conversación con Pepe Basto, mucho antes de conocerle, la tuve con un óleo inmenso que el tiene expuesto en la nueva Venta Esteban según se entra a la derecha. Es un enorme paisaje de campiña que no llega a serranía, Jerez en estado puro. Y charlé, mientras comía, con la carretera, las eras y los altos silos. Discutí larga y distraídamente con los verdes, los azules y los ocres , y esos colores que sólo pertenecen al pintor y que nuestras familias disfrutaron durante generaciones.

Actualizado:

Para que yo disfrutara de esa conversación Pepe debió antes sostener, supongo, un debate largo y concienzudo con su propia mirada, con el paisaje y, por qué no, con sus clientes. Tampoco juraría yo que ese sea el orden estricto de las prioridades. Muy bien pudiera pasar que el pintor converse en abstracto con sus futuros clientes, mas tarde con los paisajes y finalmente consigo mismo. O el ideal que Pepe parece haber conseguido en ocasiones: una tertulia delicada y difícil entre todos los que estamos en el mismo mostrador, bebiendo del mismo vino y llorando con pinceles arrastrados aquellos cielos que se fueron; sin saber si mirar al mar o a la sierra, quedandonos con esta alta llanura que llamamos campiña.

Pudiéramos decir que Pepe Basto es pintor, cliente, paisaje y mirada reunidos en la ausencia de soberbia de un Morandi en el velador de al lado. Pero Pepe es también el paisaje urbano de la Aduana de Málaga, la Alcazaba desde arriba o la vendimia primitiva de la Axarquía. Allí siempre esta Basto con el color de cal viva de unas tierras semidesconocidas; esas tierras que él pinta con una luz fría, encariñada con una humanidad de aguadores y borricos. !Ay, las conversaciones! En pintura, una conversación es ese cuadro amigo que tenemos colgado en el salón de casa para constatar lo inútil de los días y la helada soltura de los sueños. El pintor Pepe Basto ha encontrado la técnica pictórica que le permite no dar puñetazos en el mostrador e incomodar lo justo. Es decir, iniciar una conversación inacabada.

Yo creo que aún nos queda por ver a mucho Pepe distinto e igual, a ese pintor de disciplina decimonónica, amor por los detalles y respeto por si mismo y sus clientes. Y como no quiero desvirtuar el termino cliente debo decir que me refiero a todos aquellos que comulgan con la dictadura ética y estética del pintor. Porque no deja de ser curioso que alguien pueda ejercer su arte con respeto y amor hacia él y además darles de comer a los niños y divertirse de vez en cuando.

Pepe ha conseguido, sin ser gracias a Dios ninguno de ellos,Paco Toro y Madrazo, Fortuny y Montenegro sin manchas de chorizo, González Ragel y Joaquín Saenz... en fin, y para no repetirme, Pepe Basto y Pepe Basto. Yo no creo que Pepe deba molestarse si este humilde cronista espera que algún día, no demasiado lejano, el pintor termina retratando esta ciudad extraña, un tanto inglesa y serrana, de campiña y marinera, marisma y albariza.

Que nos perpetúe la memoria un tanto descalabrada y disoluta de este pueblo de tratantes de ganado y tierras, flamencos maqueados, y señoritos tiesos con los codos gastados.

Mientras escribía estas palabras , he tenido ocasión de retractarme cuando el pintor me ha mostrado retratos bodegones, cardos desnudos y nardos sesteando. Pero no me achanto en mi ilusión de que Pepe nos regale un día una exposición que me reconcilie con mi pueblo, ya que yo solo no lo consigo.

Una exposición que huela a vinagre, a frío y humedad, a naves oscuras y albero; a mediosdías de gloria en las terrazas. Una ciudad, un pueblo que se dibuje en plazas diminutas, que se retrate en personajes como sus amigos de La Zaranda. Disculpen ustedes que me haya vuelto de nuevo un tanto localista y pueblerino, pero no me lo perdonaría si, a poquito a poco, a la vuelta de algún viaje donde le lleven sus sueños, no le pidiera a Pepe que se fuera deleitando y dilatando en la memoria de una ciudad que se nos esta yendo ,como quien no quiere la cosa, mirándose su diminuto ombligo.

Un ombligo con palacios y caserones, amplias alamedas y tabernitas de paso; y creo yo que debe ser precisamente él quien pinte esa memoria con oficio y hombría, sin rencor ni melancolías inútiles, como hace con todo cuanto toca. En fin, que le propongo una conversación con el mundo, al fin y al cabo es lo que lleva haciendo toda la vida.