Sanlúcar, en vilo
La coincidencia del caso con una época de despunte en el número de robos en viviendas ha incrementado la preocupación entre los vecinos del municipio
Actualizado:Once y cuarto de la mañana. Bajo de Guía, muy cerca del domicilio de Rafael Ávila Tirado, está despertando. Los numerosos negocios de restauración que hay allí se preparan para otro día de trabajo. Los camareros se afanan en la colocación de las terrazas, mientras en la playa de la desembocadura del Guadalquivir apenas se ve actividad.
En una cafetería, un grupo de tres hombres conversa tranquilamente sobre el paro de la flota y sus repercusiones en la comercialización del marisco, hasta que uno de ellos saca el tema del secuestro, porque en Sanlúcar prácticamente todo el mundo da por sentado que se trata de eso y no de un accidente o de una marcha voluntaria. Comienzan entonces las especulaciones. Cada uno tiene un allegado o un conocido que conoce a la familia Ávila, por lo que las explicaciones sobre cómo pudo producirse la desaparición o acerca de la investigación se suceden.
La vivienda de Ávila se encuentra en la misma avenida Bajo de Guía. Está cerrada a cal y canto, aunque una moto aparcada en los jardines hace pensar que hay gente dentro. Fuera, la presencia de cámaras de televisión, fotógrafos y periodistas llama la atención de viandantes y conductores, y la mayoría parecen saber a qué se debe su presencia allí. Es normal, porque los periódicos, las radios y las televisiones llevan ya dos días hablando de ello, alimentando la rumorología y ampliando los efectos de un boca a boca que desde el mismo lunes comenzó a hacer de las suyas.
Un poco más arriba, en la misma avenida, está la casa de los padres del desaparecido, lugar que al parecer se ha convertido en punto de reunión de la familia. De hecho, allegados a la misma aseguran que permanecen atrincherados allí desde el martes.
Más movimiento se ve en la asesoría de Rafael Ávila en la avenida Quinto Centenario, Fisconta, donde al parecer estuvo trabajando el lunes hasta entrada la noche. Abre sólo hasta las tres de la tarde y el goteo de clientes entrando y saliendo es continuo, aunque nadie quiere comentar nada.
Preocupación
En Sanlúcar, sin embargo, apenas se habla de otra cosa. El presumible secuestro es el tema de conversación en todas partes. Manuel, propietario de un quiosco que hay en Bajo de Guía, dice conocer a la familia, especialmente a un hermano de Rafael Ávila. «Es una pena lo que ha pasado, porque es una buena persona, muy respetable, calmado y centrado en sus negocios», asegura.
A continuación pone sobre la mesa el tema de la inseguridad ciudadana. El posible secuestro de Ávila ha llegado en un momento en el que, según aseguraban ayer varios vecinos, se están produciendo numerosos robos en viviendas de esta población costera. Y, claro, la psicosis es ahora mayor. Manuel cree que las autoridades deberían «tener más controlados a los grupos de personas de fuera que se ven cada vez más por aquí y que no se sabe a qué vienen».
Josefa Rodríguez, vecina que vive en una calle muy próxima a la Rafael Ávila, apunta en la misma dirección: «La cosa ha llegado a un punto en que no estás tranquila ni en tu propia casa; ya estamos con la obsesión de echar la llave por dentro porque no sabes lo que puede pasar. Y ahora con esto más todavía». Su marido, Francisco Romero, sólo espera que «se solucione pronto y acabe esta incertidumbre, por el bien de la familia, que son todos muy buen agente, como el de todo Sanlúcar, que la verdad es que estamos en vilo a cuenta de todo esto».