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ANDALUCÍA

Dudas y convencimientos

NOS tienen desorientados, al borde de la ansiedad y dudando entre la depresión y la duda existencial, que es como lo anterior (depresión) pero en estado puro, objetivado y permanente.

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Algunos lo llaman «pesimismo histórico», que fue la grave fiebre que sacudió a las clases ilustradas de la España de comienzos del pasado siglo, y que ahora, gracias a los contenidos basura del universo catódico que nos han impuesto los productores italianos que emigraron hacia las cadenas españolas a finales de los años ochenta, estamos como más familiarizados, y con mayores dosis defensivas, por añadidura, ante esa náusea cotidiana que la sociedad española pre industrial asumió en su momento sin remilgos ni talante crítico.

Profundamente desorientados porque un día se asoma a la escena pública el doctor Solbes y nos dice que la actual situación (económica) es grave y, al día siguiente, la misma personalidad reconocida de la ciencia difusa económica nos insiste que no debe hablarse, objetivamente, de crisis.

Es preferible José Antonio Griñán, un general de tres estrellas de la Junta, como Zarrías (asuntos generales y guardián del orden institucional), pero de la cosa económica. Y dijo este titular de Economía de la Junta: «Si no bajamos en crecimiento este año del dos por ciento, no estaremos en recesión; en caso contrario, asumiríamos un décifit». Diáfana explicación, al alcance de la mayoría ciudadana.

Porque el doctor Solbes duda con frecuencia y no es tan firme como Griñán o el propio presidente Chaves, otra personalidad de la cofradía del optimismo razonable. La que nunca duda es la alta dirección de la Conferencia Episcopal Española y el Comité Ejecutivo de la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA), una entidad que le ha pedido al Gobierno andaluz que adopte medidas más arriesgadas para defender y amparar la economía andaluza. Los obispos, tampoco, pero ellos están obligados por estética, condición y vocación.

Pero como ayer celebramos el Día Mundial del Medio Ambiente, con estas costas nuestras profusamente esquilmadas y manoseadas, reconozcamos que nunca, como en esta contemporaneidad, el agua fue tan principio y fin de las aventuras y desventuras humanas.