Las vacas no se banderillean
Actualizado: GuardarHasta ahora las vacas, por bravas que fueran, no se banderilleaban, porque no las toreaban en las plazas.
-Pues buena se va a poner Bibiana Ha Ido, la ministra de Igual Da.
-¿Por qué?
-Hombre, porque en cuestión de plazas no se cumplen las leyes de Igual Da.
No hay derecho: todas son Plazas de Toros y no hay ninguna Plaza de Vacas. Tendrían que ser Plaza de Toros y de Vacas. Pues aunque no haya cosos para ellas, ya tenemos una vaca en el ruedo ibérico. Una vaca gorda, espelotá de gorda y retotollúa, con más molletes que Antequera y más cartucheras que el maestro armero del Tercio de Armada. Una vaca que por el pelo no sé si es colorada...
-Más bien es berrenda en Revlon. ¿Anda que no tiene tinte color panocha la vaca en cuestión!
Una vaca que no ríe, pero que canta. O que dice ella que canta. Y que me imagino que previo cobro de su importe (porque es del encaste trincón de Los Titirimundis de la Mangoleta, que no hacen nada gratis), se ha dejado banderillear para la foto de una campaña contra la Fiesta de los Toros. En este caso, la Fiesta de los Toros y las Vacas, de las vacas gordas y pesadas, pesadas, pesadas.
La foto de la vaca banderilleada tiene un ver. Está la vaca desnuda, tal como la parió su madre en México, de donde vino en tiempos de la Movida a hacer las Españas. Una mijita de Naturjáus o un cañonazo de Biomanán no le vendrían mal a la vaca en cuestión, que está justo lo contrario que vareada: regordía. Tan puesta en romana para ser lidiada por los verdes antitaurinos y ecologistas, que está fuera de tipo. Y está la vaca como en el poema de Manuel Benítez Carrasco: uno, dos y tres... Pero no con tres banderilleros en el redondel, sino con tres banderillas clavadas en la espalda. Tres banderillas que son tal como las pintan o imitan los que no tienen puñetera idea de cómo es una banderilla. Tres banderillas que podrían ser trozos de cable de fibra óptica de Abengoa. Tres banderillas como tres bielas con una serpentina colorada enrollándolas. Tres banderillas además muy malamente puestas, sin reunión, no ya en una moneda de cinco duros: ni en un billete de 500 euros, cada una por su lado. Tenían que haberle preguntado a Tito de San Bernardo, a Julio Pérez Vito, a Antonio Galisteo o a Luque Gago cómo son las banderillas y cómo se ponen, manque sea a las vacas gordas mexicanas.
Los banderilleros de la vaca desnuda, por mucho lema demagógico que pongan de «La verdad al desnudo: la Tauromaquia es cruel», han conseguido el efecto contrario. ¿Lo que es cruel es banderillear a una vaca gorda tan repugnante como la que se han buscado ustedes, señores antitaurinos! Cuando en vez de una vaca banderilleada tengan ustedes en su bando a Goya, Lorca y Picasso, avísenme: entonces empezaremos a hablar en igualdad de condiciones.