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Pareja y género

Según el María Moliner, «pareja» es «par de personas o animales: una pareja de mulas, una pareja de la guardia civil». Pero en la neolengua de la telebasura, de la prensa rosa y el papel couché llaman «mi pareja», mi nueva pareja, mi compañero o compañera sentimental (¿o semental?) a una sola de las partes, sea la Jesulina, el Julián, el marido de Zerolo o el que le provoca orgasmos democráticos uno detrás de otro...

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Según dicha neolengua, el «negro de las cotufas» de Niamey tendría «tres parejas». A no ser que las ministras y subministras, blancas, completasen la media docena del polígamo cotufero...

Algo parecido ocurre con lo de «género». En zoología, entre animales, se distingue especie, género y sexo.

Y en gramática el género puede ser masculino, femenino, neutro, común, y hasta epiceno y ambiguo.

Por eso no entiendo a los políticos, y las políticas, cuando proclaman que se van a dejar la piel para acabar con el machismo y en la lucha contra la «violencia de género».

Supongo que querrán decir de hombres contra mujeres, de machos contra hembras, de excompañeros sentimentales contra excompañeras sentimentalas, de parejos contra parejas.

Ciertamente, en este campo, los políticos, los parlamentarios, los legisladores, tienen trabajo. Y en ello deben «dejarse la piel». Que para eso se les paga.

Pero no es menos cierto que existen otras violencias que no se dicen «de género». La de los etarros y etarras contra guardias civiles, ciudadanos y ciudadanas víctimas del terrorismo. O contra fetos y embriones con «derecho a la vida». O la «violencia eutanásica» contra viejecitos y viejecitas...

¿O es que eso no es violencia contra el género y la especie humana?

No he oído a ningún político, ni política, pronunciarse, con claridad, sobre estas cuestiones.

Menudo género.