Es noticia:
ABCABC de SevillaLa Voz de CádizCádiz
BAJO LA LLUVIA. Obama se dirige a sus seguidores en medio de un gran aguacero en Indianápolis tras lograr la nominación. / AP
MUNDO

Obama tiende una mano envenenada

El virtual nominado demócrata busca un acercamiento a Clinton, pero su entorno considera que llevarla como vicepresidenta sería una mala idea La ex primera dama no hizo ninguna mención a la victoria de su rival

MERCEDES GALLEGO
Actualizado:

Barack Obama hizo historia la noche del martes. Hillary Clinton ya es historia. Así debería rezar la noticia hoy, después de que el afroamericano superara la marca de los 2.118 delegados que se requieren para cerrar la nominación demócrata. Pero resulta que la primera tarea del candidato no es ganar al republicano John McCain, sino cómo deshacerse de su rival. ¿Será subiéndola a bordo?

Obama la llamó dos veces el martes por la noche, pero respondió su buzón de voz. Ella le devolvió la llamada cuando el candidato ya volaba camino de Washington, donde ambos tenían que hablar por la mañana en la reunión anual del Comité de asuntos públicos israelí-americano. Cuando por fin se comunicaron, el senador por Illinois le anunció sus deseos de que se reunieran. «Estoy segura de que eso ocurrirá pronto», contestó Clinton evasiva, según describió un asesor de Obama a la CNN.

El propio candidato rebajó las expectativas del encuentro a «las próximas semanas», sin que por ello esté posponiendo su búsqueda de pareja presidencial. Ayer anunció que Caroline Kennedy, hija del presidente asesinado, formará parte del comité de tres personas encargado de encontrarle compañera política, junto con el ex fiscal general Eric Holder. «¿De verdad pensaste que un detalle menor como ganar podría pararla? ¿Oh, Bambi!», escribió la columnista Maureen Dowd en 'The New York Times'.

El martes se oyeron dos discursos triunfales. Pese a que ya era un hecho que Obama había alcanzado la nominación de su partido, Clinton fue presentada por el jefe de su campaña, Terry McAuliffe, como «la próxima presidenta de EE UU». Ella no hizo la menor mención de que su país acababa de romper una barrera histórica al nominar por primera vez a un candidato de color como representante de uno de los dos partidos que se turnan en la Casa Blanca.

Presión

Horas antes, la ex primera dama había dado luz verde por teléfono a sus seguidores en el Congreso para presionar a Obama a aceptarla como vicepresidenta. Pero no hubo una concesión elegante en su discurso que la congraciase con el lado vencedor. Fue la intervención de alguien que cree haberse ganado la vicepresidencia por derecho propio. Dick Morrison, ex asesor de Bill Clinton, advertía ayer de que incluirla en la papeleta de Obama sería una mala idea. No sólo porque se trataría 'de un ménage à trois', sino porque en vez de sumar a los seguidores de ambos podría tener el efecto contrario.

El veterano analista divide a los seguidores de la antigua primera dama en dos grupos. Por un lado, los demócratas convencidos, admiradores de su marido y feministas entusiasmadas. Por el otro, esa clase obrera, blanca y rural que Obama define como «amargada» y las encuestas como racista. Según Morrison, los primeros votarán por Obama de todas formas, y los segundos no lo harán nunca.

Uno de estos últimos seguidores de Clinton espetó despectivo a esta periodista el martes por la noche al volante de un taxi: «¿Vas a ponerte en cola para ver a 'Osama'?», mientras íbamos camino del centro donde 35.000 personas celebraba la coronación del candidato. «Yo nunca votaría por él, no confío en los de Chicago. Aquí hay muchos emigrantes de allí y son todos basura».

Mientras, dentro del pabellón deportivo el público irrumpió en aplausos cuando Obama ensalzó a su rival, una candidata formidable que «ha hecho historia no sólo por lograr lo que ninguna mujer había hecho antes sino porque es una líder que inspira a millones de estadounidenses con su fortaleza». Pero de ahí a incorporarla a la campaña del cambio y la esperanza que ha generado tanta mística en torno al senador de 46 años iba un gran trecho. «No, no me gustaría nada», clamó tajante Georgia Rasmussan, de 22 años. «Ella representa todo lo que tenemos que cambiar en Washington. Es demasiado ambiciosa, sólo busca el poder».

A su alrededor, los afroamericanos se enjugaban las lágrimas para celebrar la victoria de Obama, que consideran un hito en la lucha por la integración racial.