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Concepciones contrarias del baloncesto

A.R. |
BilbaoActualizado:

Dice un amigo que asistió emocionado a un partido de los Celtics en el viejo Garden que aquel pabellón no olía a hamburguesa. Asegura, se lo dicta el orgullo, que aquel recinto olía a baloncesto. Dentro de una sociedad que se toma el deporte profesional como un vehículo más de ocio, la capital de Massachussets parece marciana. Verde, por supuesto.

Varios hechos confirman la importancia del baloncesto en Boston. Los Celtics fueron el último club en incorporar cheerleeders. Los seguidores célticos tienen un concepto sacro del baloncesto y de su equipo, en sintonía con la religiosidad irlandesa y la mentalidad europea. Y, sea cual fuere el resultado de esta final, se jactarán de apoyar al conjunto con más títulos: dieciséis. Enfrente, los Lakers de las catorce Ligas, otro concepto del baloncesto, una forma distinta de entender la vida propia de la sociedad estadounidense. Para los hinchas célticos, frívola; desde el prisma californiano, lúdica. En el Staples Center se habla de palcos vips e importan mucho más los actores que la masa de fieles. Los quintetos célebres en los 80 de los dos equipos reflejaban las dos maneras diferentes de sentir. Los sobrios Dennis Johnson, Danny Ainge, Larry Bird, Kevin McHale y Robert Parish frente al divertimento de Magic Jonhson, Michael Cooper, Byron Scott, James Worthy y Abdul Jabbar. Por una vía u otra, jugadores legendarios, responsables directos de muchas adicciones al baloncesto. Y una vez caídos en el vicio, no hay parches que valgan.