Rojo o Negro
HAY que fijar la atención en el declinante espacio (salvo pruebas en contra) del andalucismo político. La agonía de una marca política que se cubrió de gloria en los años de la transición y de protagonismo histórico en el referéndum del 28F de 1980 que posibilitó, finalmente, la consecución del autogobierno para Andalucía.
Actualizado: GuardarAchicharrados, más que quemados, su primera generación de líderes tuvieron que ir abandonando unos tras otros la escena política andaluza durante más de dos décadas por los repetidos fracasos electorales, y hoy, dos días antes de su congreso, los supervivientes intentan introducir en los debates de la asamblea la utilidad o no de la presencia del andalucismo en la política de esta tierra.
Un rasgo tan espectacular como impropio de autocrítica política. Porque no estamos acostumbrado por estos pagos de arrebatos semejantes. Se plantean su presencia además de reconocer sus constantes bandazos y "el desgaste de las permanentes crisis internas", así como la sangría que nunca cesó de militantes y del apoyo popular. Aunque también acordaron los supervivientes la implantación de ceder un cinco por ciento de sus ingresos a los cargos públicos que representan al andalucismo en las instituciones; es decir, introducen un elemento de vocación de supervivencia, aunque no es nada novedoso. La mayoría de las fuerzas políticas lo practican.Con todo, los andalucistas tienen dos candidatos al liderazgo del partido: la dama Pilar González, ex portavoz del partido en la Cámara, y Francisco Jiménez, alcalde de la ciudad de Utrera y hombre clave en estos últimos tiempos de demolición, más o menos controlada, del PA.
Pero la política es como el vil juego de la ruleta. Te sale rojo o negro, y a esta sufrida minoría le ha venido saliendo sin cesar el color contrario al apostado. Y entre tanta lamentación, asunción de errores propios y mala suerte, otro auto reconocimiento clave: El andalucismo es actualmente más una sentimiento cultural que una opción política, una presunción creciente en los últimos años hasta desembocar en la casi certeza política. Si finalmente los andalucistas firman su defunción, al menos habrá que reconocer que desaparecieron con dignidad.