PAN Y CIRCO

La salvación

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a lucha por evitar un descenso ha dejado momentos inolvidables en la retina de los cadistas menos jóvenes: La Liguilla de la muerte que inventara Irigoyen cuando éramos alguien en la Federación y de la que todavía se acuerdan en Santander, el gol de Manolito al Celta en el último partido de la temporada 89-90, o la promoción al año siguiente con final de infarto y un Pepe Szendrei paseado a hombros como un héroe tras detener el penalti clave ante el Málaga. El próximo domingo toca de nuevo hacer historia, y para ello, estoy seguro que un abarrotado Carranza (lástima del retraso en el Fondo Norte) llevará en volandas a sus inmerecidos ídolos para, en torno a las 8 de la tarde, casi garantizar la permanencia. Deben ser 90 minutos de unidad en los que la afición de las grandes tardes, bajo la batuta de los Brigadas, insignias incluidas, se dejará la garganta y el esfuerzo que se ha echado de menos en los jugadores durante toda la temporada, salvo honrosas excepciones. Cuestión distinta será la reacción del respetable tras el pitido final, que irá desde la retirada en los últimos minutos de los fatigas que desean salir los primeros del parking hasta los que hagan la ola o griten el consabido grito que pusiera de moda el Loco de la Colina en un Pregón del Carnaval. Respeto todas las posturas, pero me apunto a la de la madura afición del Athletic tras confirmar que se salvaban, esto es, bronca igualmente histórica a sus jugadores. No se puede salvar la penosa temporada con 90 minutos de decencia ni se pueden ir de rositas quienes han suspendido con creces el correspondiente curso. Al fin y al cabo, la gran mayoría ni siquiera viven en esta ciudad y no van a dejar de salir esa noche porque el público les exprese su descontento. O lo que es lo mismo, que se tomen los cubatas que quieran para celebrarlo, pero con cargo de conciencia por su falta de profesionalidad con el Club que les paga y la afición que los admira.