Ciudad de las jarandas
Recuerdan cuando algunos bienhumorados compatriotas le colocaron a Jerez el sambenito de «Jerez de las Palmeras», por la querencia de un anterior regidor hacia esa especie de sugestiva esbeltez y poca sombra? Pues en estos días, con esta primavera extraña ya afincada entre nosotros, me doy cuenta -salta a la vista- de que Jerez no es ciudad de las palmeras sino de las jacarandas.
Actualizado:Paseen por cualquiera de los distritos de la ciudad (que ahora son, me parece, tres, si contamos el centro: rebaja que sigue pareciéndome un misterio). En La Plata, El Almendral, El Bosque, Puertas del Sur, se recorta la silueta violácea y elegante de las jacarandas. Es un espectáculo contra el verde de los otros árboles. Y un placer buscar las horas de sombra que añaden a la Porvera, el más emblemático de sus dominios.
Si nos pica la curiosidad y consultamos un diccionario de botánica, leeremos que las (o los, que en la flora no hay mucho problema de género) jacarandas -jacarandás, gualandayes o tarcos- pertenecen a la familia de las bignoniáceas; que prosperan en zonas lluviosas y templadas; que resisten las condiciones urbanas sin apenas mantenimiento; que florecen dos veces al año y que pueden vivir más de cien, o sea, sobrevivirnos a casi todos y darnos doscientas veces el gusto de verlas encendidas de flores. Si las dejan, claro. Porque aún tenemos en la memoria la triste imagen de los cinco ejemplares que un desalmado envenenó en la Porvera. Algunos -el envenenador de la Porvera inclusive- no saben que las molestias que pueden causar se deben al pulgón que las ataca y no a sus flores, y que hay quienes se emplean, también aquí en Jerez, no en liquidarlas impunemente sino en buscar las soluciones al problema. Porque muchos queremos seguir disfrutando de su doble ofrenda floral cada año de nuestras vidas. Y que Jerez sea, entre otras cosas menos amables, «la ciudad de las jacarandas».