Editorial

Actuar con urgencia

La Conferencia de la FAO sobre seguridad alimentaria dio comienzo ayer en Roma con el propósito de que los gobiernos representados en ella alcancen un acuerdo general a falta de que, a su finalización, puedan concretarse los compromisos económicos de cada país, así como los de las instituciones financieras internacionales. Un año después de que la ONU constatara la reducción de la pobreza extrema en el mundo como un avance lento aunque esperanzador en pos del primero de los Objetivos del Milenio, el encarecimiento de los alimentos básicos a escala planetaria corre el riesgo de impedir que antes de finalizar 2015 pueda reducirse a la mitad el número de personas desnutridas. Hoy cerca de 862 millones de seres humanos padecen hambre. A ello están contribuyendo distintos factores como el incremento del precio del crudo, la creciente demanda de alimentos de los países emergentes, los efectos del cambio climático, el aumento de la población, la extensión de cultivos subvencionados para biocombustibles y la entrada de fondos de inversión en los mercados de futuros de productos básicos.

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El mundo está obligado a afrontar con urgencia el doble reto de garantizar la generación de alimentos y de ofrecerlos a precios asequibles. La propuesta de declaración sobre la que se trabaja en la Conferencia de Roma expresa suficientes puntos de acuerdo como para que tanto los gobiernos como la FAO actúen con celeridad. Pero la comunidad internacional no debería replantearse en ningún caso los Objetivos del Milenio, sino que ha de renovar su compromiso respecto a los mismos porque, como el Papa Benedicto XVI recordó ayer, el derecho a la alimentación está íntimamente ligado al derecho a la vida. Con ese fin es necesario incrementar la productividad agrícola para el autoabastecimiento de los países en desarrollo; resulta imprescindible la apertura de los mercados con la conclusión a tiempo de la Ronda de Doha; parece del todo obligado devolver la agricultura a la agenda del desarrollo potenciando las inversiones productivas y la innovación manteniendo la biodiversidad. Pero junto a ello es del todo urgente que la actuación de la FAO y los programas de cooperación de los distintos gobiernos confluyan para incrementar la ayuda alimentaria mediante la compra de producto a un coste razonable precisamente en las regiones afectadas por la desnutrición, así como para generar y liberar reservas de seguridad alimentaria con el objetivo de abastecer directamente a las poblaciones más vulnerables y, de paso, contener los precios. En cualquier caso, la defensa que el presidente brasileño Lula da Silva y el secretario de Agricultura norteamericano Ed Shafer hicieron ayer de los biocombustibles demuestra que tanto su incidencia en la crisis alimentaria como su efecto real en el medio ambiente constituyen aspectos sobre los que los científicos y gobernantes deben alcanzar un mínimo de coincidencia antes de que la diatriba acabe desviando la atención de quienes pueden y deben actuar con absoluta urgencia.