HASTA EL FINAL. Bill Clinton abraza a su esposa durante uno de los últimos actos electorales de las primarias. / EFE
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Hillary estudia unirse a la candidatura de Obama como su 'número dos'

La ex primera dama despide las primarias arropada por su familia en un clima de resignación por la inevitable victoria de su oponente

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Había un deje nostálgico en el pabellón de Lyons Fairground donde la familia Clinton se reunió el martes por la noche para dar el último mitin de estas primarias, sin que por ello la incansable Hillary, exhausta y sin voz, asumiera públicamente que anoche, con las primarias de Montana y Dakota del Sur, se le había acabado el recorrido. «Éste puede ser el último día en que me vea envuelto en una campaña de este tipo», confesó horas antes Bill Clinton en la pequeña localidad de Milband, al comenzar su gira final por Dakota del Sur, el estado que defendieron hasta el final los indios sioux.

Pese a que las encuestas inclinaban la balanza de las dos últimas citas en favor de Barack Obama, era en Dakota donde se luchaba pueblo a pueblo por un impro- bable volantazo que pudiera dar fuerza a la candidata en su salida. «Pase lo que pase esta noche, os estamos muy agradecidos, habéis sido muy buenos con nosotros», agradeció Bill Clinton a sus seguidores en Sisseton, otro pequeño pueblo que alberga una reserva indígena. «¿Ha disfrutado la campaña?», le preguntó EL CORREO. «Oh, muchísimo», sonrió el ex presidente, rodeado de aldeanos que le estrechaban la mano emocionados y pedían votarle para vicepresidente. «¿Y qué ha aprendido de ella?», insistimos. «Que lo fundamental de Estados Unidos está aquí fuera, entre esta gente, y que a ellos no les importan las divisiones ni las grillas políticas de las que hablan los medios. Lo que les importa es que les llegue el sueldo a final de mes, poner comida en la mesa, llenar el tanque de gasolina y mandar a sus hijos a la Universidad».

En contra de lo habitual, Bill Clinton se pensaba las palabras con una pausa tan larga que a veces parecía que iba a ignorar nuestra pregunta, pero no, algo había cambiado en el último día. La ira que le ha movido en los meses pasados ha dejado espacio a un poso de melancolía y tristeza. Se ha dejado la piel a lo largo y ancho del país con furia, como si esta campaña le hubiera dado la oportunidad de redimir sus pecados con su esposa. «He tenido muchas fortunas en mi vida, pero nunca he estado más orgulloso de algo que de ir por ahí explicándole a la gente por qué ella será mejor presidenta».

Ese día sus asuntos de faldas volvían a estar en los periódicos. La revista 'Vanity Fair' publicaba rumores de que ha tenido demasiados encuentros femeninos durante la campaña. Los medios hacen balance y critican también sus salidas de tono. Dicen que se ha roto el mito de que era el gran animal político del partido, capaz de convertir en ganador a cualquier candidato que tocase. «¿Cree que la prensa ha sido injusta con usted?», prosigue este periódico. Sigue otra pausa profunda, estrecha otras cuantas manos, recibe varios halagos más de gente que ha sucumbido a su hechizo. «No me importa lo que digan de mí. Lo que me importa es que en esta campaña ha habido un doble rasero que ha perjudicado al candidato que sería el mejor presidente para este país».

Al anochecer, en Sioux Falls, los tres Clinton -Bill, Hillary y Chelsea-, más unidos que nunca, se abrazan y se turnan el micrófono antes de volver a su hogar de Nueva York, donde anoche se especulaba que Hillary podía tirar la toalla. «Tengo la mejor madre del mundo», dijo Chelsea a la audiencia. «¿Sabéis?», respondió la ex primera dama con los ojos vidriosos, «este ha sido un proceso largo y extenuante que ha durado mucho tiempo. ¿Tengo tanta suerte de haberles tenido a mi lado! Esta mañana, en Yankton, perdí la voz y literalmente Chelsea habló por mí hasta que la recuperé»,

Se mire como se mire, Obama es el ganador de estas primarias, aunque ayer todavía le faltaban los votos de algunos delegados o superdelgados para cerrar la nominación. 33 y medio, para ser exactos, según la cadena MSNBC, frente a los casi 200 que necesitaba Clinton. Dakota y Montana repartieron anoche 31, y faltaban por declararse 190 superdelegados. La única posibilidad de Hillary era ganarlo todo sin ningún tipo de matices.

Con las matemáticas apañadas a su medida, la ex primera dama tenía una interpretación distinta. «Cuando esto acabe el martes por la noche, yo habré sido la candidata más votada, el senador Obama tendrá ligeramente más delegados que yo, y la decisión será de los líderes de nuestro partido. No les envidio», dijo. Su marido tenía una explicación despectiva del proceso sobre por qué Obama tenía esa «ligera» ventaja de delegados, que es lo que cuenta para la nominación demócrata.