La Federación cesa a Pepu Hernández por utilizar su cargo para lucrarse
Sáez le acusa de incumplimiento de contrato, dejación y falta de respeto Aíto y Scariolo aspiran al puesto a sólo dos meses de los Juegos Olímpicos
Actualizado:La guerra entre el presidente de la Federación Española de Baloncesto (FEB), José Luis Sáez, y Pepu Hernández, desembocó ayer en la esperada destitución del seleccionador nacional. A dos meses de los Juegos Olímpicos de Pekín, la situación era insostenible entre el presidente y el técnico, cuyo despido estaba anunciado desde la pasada semana, cuando Pepu no asistió a una reunión convocada para planificar los Juegos que coincidía con una conferencia privada y el entrenador denunció posteriormente una «persecución» por parte de la Federación.
Sáez acusó ayer a Pepu de incumplimiento de compromisos contractuales, de dejación de funciones, de falta de respeto, y de aprovecharse de su cargo y de la imagen de la selección en beneficio propio. Menos de cinco minutos de reunión le bastaron al presidente para comunicar al técnico su destitución. «Me han despedido sin motivos ni razones, pero a partir de ahora se van a construir», sentenció Pepu a su salida de la sede federativa, antes de que Sáez cargase duramente contra él durante una conferencia de prensa en la que ofreció sus explicaciones. «He intentado hasta el final mantener al seleccionador. Hasta que me han puesto la bomba en casa, y no sólo una, sino varias veces», aseguró el presidente.
El gran perjudicado de la profunda crisis que no han sabido gestionar el máximo dirigente federativo y el técnico madrileño es el baloncesto español, que un año y ocho meses después de alcanzar el mayor éxito de su historia, el oro mundial en Japón, y en vísperas de la lista olímpica, se encuentra sin seleccionador, cargo al que aspiran Aíto García Reneses y Sergio Scariolo. La FEB espera anunciar lo antes posible al sustituto de Pepu, que ahora deberá trabajar contra reloj para los Juegos.
Sospechas de Sáez
La tregua ficticia entre Sáez y Pepu , mediante la cual ambos se comprometieron públicamente el pasado 13 de mayo a seguir unidos hasta los Juegos, ha durado menos de dos semanas. El presidente estaba convencido de que Pepu, a quien considera sospechoso de tener un acuerdo con algún equipo (Unicaja o Barcelona), quería forzar su salida de la selección, mientras que el técnico, que admitió estar profundamente triste, lamenta haber sido víctima de continuas trampas para que la FEB encontrase justificaciones a un despido que podría acabar en los tribunales.
Ambos, desde que Pepu anunció por sorpresa, durante la Final Four, el 2 de mayo, se han lanzado graves acusaciones que han enturbiado aún más su tensa relación. En principio, a través de los medios de comunicación. Después, durante contundentes ruedas de prensa, como la que ayer protagonizó el presidente, acusando a Pepu de no comprometerse con su trabajo y de aprovecharse, económica y socialmente, de su posición al frente de la selección campeona del mundo y subcampeona de Europa. «No se han hecho bien las cosas», reconoció Pepu, quien estima haber actuado de la forma correcta y critica que los dirigentes hayan generado un ambiente de inseguridad insoportable.
«Ni imbécil ni poltronero»
«Yo no he sido el que ha quebrado esto», se defendió Sáez, insistiendo en que «el reiterado incumplimiento de compromisos contractuales del seleccionador está claro» y recurriendo, en una actitud muy dura, a varios ejemplos: «Me habría gustado que en las dos últimas temporadas hubiese ido alguna vez a ver a los jugadores de la NBA. Pedí informes y en un año me trajo un informe en una hoja. Si se habla en beneficio propio en conferencias el presidente debe de saberlo, pero se nos han escondido. Ha firmado libros de su biografía dedicados a los clientes de una entidad patrocinadora suya (Caixa Geral) que colisiona con contratos de la FEB (Caja Madrid), cuando existían advertencias. En siete días lectivos tenía cuatro compromisos privados...».
«¿Usted piensa que yo soy imbécil?», continuó Sáez, cuya pregunta fue lanzada en tono elevado ante los periodistas, pero tenía un claro destinatario. «Yo soy un profesional, no un poltronero», se defendió el presidente, consciente de que la destitución del seleccionador «no es una decisión popular ni cobarde», pero convencido de que era el único camino posible. «Si no la tomo, habría sido mucho más perjudicial para la selección», aseguró Sáez.