VENTAS. Ana Cristina no falla cada domingo en el rastro de la Alameda con sus cosas.
Jerez

Buscando autosuficiencia

Ana Cristina Guerrero es una jerezana que no falla ningún domingo en el Rastro de la Alameda con su puesto de variedades

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Ana Cristina es una chica a la que le gusta disfrutar de su independencia. «Nada de estar todas las semanas pidiéndole a papá la paga, ni que me costee los gastos que tengo para mis cosillas», comenta tajante. La verdad es que, según cuenta, tampoco es gastosa, ni necesita grandes aventuras para ser feliz. Los días entre semana estudia Turismo y el fin de semana se lo monta para tener sus propios recursos. «Mis gastos son los normales. No salgo demasiado, así que el ocio no es precisamente lo que más recursos económicos se lleve. Pero si salgo a tomar algo, me gusta ir con algo. Después tengo los gastos normales de cualquier persona de mi edad, el móvil y cosas así», afirma.

Con dieciocho años, Ana Cristina cogió tres trapos que sobraban en casa, visitó a la abuela que siempre guarda alguna cosilla de otra época y algunos libros releídos y sin muchos afectos. Lo reunió todo y se fue al rastro. Así lleva ya tres años. «Mis primeros domingos de ventas fueron de la época de San Mateo. Ahora ya tengo mi puesto oficialmente; es decir, que tengo sitio para colocarme y todos los domingos estoy aquí», explica.

De todo

El puesto de Anta Cristina es una miscelánea de todo un poco. Libros, ropa de camuflaje, un móvil usado, algunos zapatos a estrenar, una maleta solitaria y una jaula para un hámster. «Ahora estoy más especializada en la ropa de camuflaje. Tengo familiares que me ayudan, y, bueno, todo lo que vendo lo he conseguido gratis, porque tampoco me planteo que esto sea un negocio ni nada de eso. Son cosas que recibo gratis de cualquier familiar, un vecino o algún compañero del trabajo de mi padre. Recolecto todo aquello que nadie quiera», sostiene. Y todo es posible porque Ana Cristina tiene muy claro que en los tres años que lleva en la brecha, cualquier cosa puede ser vendida. «Lo más insospechado siempre tiene a alguien que le seduce, y que lo compra», comenta.

Una chica consciente de que para disfrutar de su propia independencia es necesario esforzarse con el fin de tener siempre algunos euros con los que pagar la factura del móvil o tomarse una cerveza si se tercia. Todo ello, sin que papá tenga que estar detrás pendiente de que la chica lleve efectivo.